Cada vez es más común escuchar sobre la importancia de la resiliencia para alcanzar el bienestar e incluso la felicidad. Sin embargo, ¿de dónde surge el tema?, ¿la resiliencia existió incluso antes que la humanidad? Las respuestas podrían estar en el núcleo de la vida misma: la naturaleza.
En 1973, el famosos ecologista Crawford Holling habló por primera vez de la resiliencia en la ecología, mientras buscaba comprender cómo es que los ecosistemas se automantienen y persisten frente a perturbaciones y cambios. El término apareció como un concepto que engloba la resistencia, el aprendizaje, la transformación, la adaptación y la renovación.
En la naturaleza, hay tres características principales que definen la resiliencia de un ecosistema:
- Los cambios o transformaciones que puede soportar sin perder su estructura y sus funciones.
- El grado en el que es capaz de autoorganizarse.
- La habilidad para desarrollar e incrementar su capacidad de aprender, innovar y adaptarse.
Entonces, ¿qué pasaría si tomamos estas características y las llevamos a nuestra vida? ¿Qué es lo que podemos aprender sobre la habilidad de la naturaleza de perdurar y regenerarse ante los cambios a través de miles de millones de años? Hay cinco aspectos de la naturaleza que podemos aplicar en nuestra vida para llegar a ser personas resilientes:
1. Usar la intuición
A pesar de que las plantas no pueden hablar, tienen un complejo sistema de comunicación cuyas redes subterráneas se extienden a lo largo de todo el planeta. Funciona de manera semejante al internet y se trata de comunidades de hongos que conectan las raíces de las plantas. Ellas las utilizan, por ejemplo, cuando hay un incendio, para avisar a las demás que el peligro se acerca, dándoles tiempo de adaptarse y sufrir un menor daño. A pesar de que los seres humanos tenemos un lenguaje mucho más complejo, muchas veces se nos complica comunicarnos efectivamente. ¿Cómo ser resilientes si nos cuesta tanto trabajo expresar cómo nos sentimos? Es tan importante ser escuchados como tener la apertura de escuchar a los demás sin bloqueos ni prejuicios. Necesitamos construir relaciones interpersonales basadas en la comunicación y el respeto. Al observar a la naturaleza descubrimos que además de comunicarnos mejor con palabras nos hace falta aprender a utilizar la intuición, y más que tratar de entender, desarrollar la comprensión.
2. Desarrollar la empatía
Aunque no puedan demostrarlo con palabras, las plantas no son indiferentes a lo que sucede a su alrededor; la ciencia ha confirmado que las plantas sienten y se comunican. Además, ellas no sólo se ocupan de sí mismas, sino que son capaces de percibir cuando a su alrededor existen desequilibrios de ciertos nutrientes. En esos casos, aquellas que tienen un excedente lo comparten con aquellas a las que les falta para mantener la igualdad de recursos. La empatía juega un papel muy importante en el bienestar del ser humano, ya que es la característica que nos impulsa a progresar como sociedad, y también la que evita que inflijamos daño a los demás. Una sociedad sin empatía es una sociedad individualista, violenta y disfuncional. La empatía es la raíz de la tolerancia, la comprensión y el respeto.
3. Cultivar la pluralidad
Los ecosistemas se recuperan rápidamente porque todos los árboles y plantas que los conforman están conectados, de forma que se ayudan a regenerarse los unos a los otros a través de la transmisión de nutrientes y recursos. Nos hace falta recordar que a pesar de que la resiliencia implica recuperarse de las adversidades que suceden en el entorno e impactan en nosotros, no se trata de aislarnos. Por el contrario, debemos tener presente que no estamos solos y que los problemas se superan con mayor facilidad cuando somos capaces de entender a los demás, cultivar un sentido de pertenencia e incluso pedir ayuda cuando la necesitamos. También existe gran satisfacción y una mayor capacidad de superar las adversidades cuando ayudamos a otros. Un entorno unido y plural proporciona un terreno más amigable para recuperarnos de los obstáculos que la vida pone frente a nosotros.
4. Adaptarse a los cambios
En la naturaleza existen numerosos ejemplos de adaptación como medio de supervivencia. Cuando los ecosistemas sufren cambios, las plantas sobreviven adaptándose a su nuevo entorno. Sin embargo, aunque los mismos seres humanos somos el resultado de años de evolución, muchas veces nos cuesta trabajo aceptar los cambios. ¿Qué pasaría si dejáramos de esperar que las personas o el medio en el que nos desenvolvemos se adapten a nosotros? Gastamos mucho tiempo y esfuerzo lamentándonos o sufriendo por aquello que no podemos cambiar, cuando lo mejor sería buscar nuevas soluciones a nuestros problemas y encontrar aquello que podemos aprender de las malas experiencias. Los cambios nos dan la oportunidad de reinventarnos e incluso resurgir como mejores personas. Después de todo, ¿cómo evolucionaría un espíritu que jamás se ha enfrentado a los retos de la vida?
5. Mantener la autenticidad
La diversidad es una de las claves para que la vida pueda mantenerse. En la naturaleza, cada elemento es diferente y cumple con una función específica de vital importancia para el resto. Los seres humanos hemos intercambiado el valor de la diversidad por la imposición de estándares tanto estéticos como de comportamiento, que nos han llevado a querer cambiar aspectos de nuestra propia persona para sentirnos aceptados. Sin embargo, la adaptación como una característica de la resiliencia no consiste en cambiar para encajar en un molde sino en amar nuestras diferencias, aceptarnos, aprender de nuestros errores, atrevernos a considerar otras opiniones, cambiar nuestra visión de ciertas cosas cuando éstas nos hacen daño, y movernos con la corriente sin perder aquello que nos hace ser únicos. Como dice el Bhagavad Gita: "Cuando la meditación es dominada, la mente es inquebrantable como la flama de una vela en un lugar sin viento". Esto significa que aunque los problemas siempre existirán, el truco está en ser capaces de sortear las dificultades de la vida sin perder nuestra esencia.
Irónicamente, los seres humanos no sólo hemos desaprovechado todo lo que podemos aprender del mundo natural sino que también con nuestras acciones estamos mermando su resiliencia, por lo que a los ecosistemas cada vez les cuesta más trabajo renovarse y recuperarse de los grandes daños que han sufrido.
Lo mejor que podemos hacer entonces es reconectarnos con la Madre Tierra, reconocer su sabiduría y cuidarla como ella cuida de nosotros. La próxima vez que te sientas perdido piensa que tu espíritu es como la tierra fértil, ese lugar donde la vida siempre podrá volver a surgir, aun después del incendio más devastador.