Quizá no pasemos mucho tiempo reflexionando sobre los efectos tanto transitorios como permanentes de los contenidos que consumimos, pero la ciencia definitivamente no ha pasado por alto la cuestión. Los investigadores se han dedicado a estudiar los efectos de la televisión y la lectura en el cerebro. Especialmente desde que la popularización de gadgets como teléfonos inteligentes, tabletas y libros electrónicos ha aumentado la cantidad de horas que pasamos frente a una pantalla, lo cual puede resultar ineludible en el mundo actual, especialmente si se vive en un entorno urbano, pero como en muchos otros casos, entre más informados estemos mejores decisiones podremos tomar.
Un estudio reciente, realizado en la Universidad de Tohoku en Japón, examinó los efectos de la televisión en los cerebros de 276 niños. También reunió información sobre la cantidad de tiempo que pasaban frente a la pantalla y los efectos a largo plazo de ello. Hiraku Takeuchi, director de esta investigación, descubrió que conforme más televisión veían los niños, las partes del cerebro relacionadas con la excitación y la agresión incrementaban su grosor. Asimismo, el lóbulo frontal aumentaba, lo cual está relacionado con un decremento en la habilidad de razonamiento verbal, de tal manera que entre más horas miraban televisión los niños, más bajos eran sus puntajes en los tests verbales. Además, estos efectos negativos ocurrían sin distinción de edad, sexo o clase social.
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Por otro lado, el investigador Gregory Burns lideró una investigación en la Universidad de Emory para analizar los efectos de la lectura en el cerebro a través de resonancias magnéticas. En dicho estudio un grupo de estudiantes universitarios leyó Pompeya de Robert Harris, una novela basada en la erupción del monte Vesubio en Italia. Dicho libro fue elegido debido a su fortaleza narrativa y lo dramático de su argumento basado en hechos reales. Los investigadores descubrieron que después de leer la novela, los estudiantes manifestaban una mayor conectividad en las partes del cerebro relacionadas con el lenguaje. También tenían mayor actividad en la región motora y sensorial del cerebro, lo cual, interesantemente, sugiere que los lectores experimentaron sensaciones similares a las de los personajes en el libro.
Pero eso no es todo; también determinaron algunos de los efectos a largo plazo de la lectura de libros. Leer mantiene la mente alerta y retarda el declive cognitivo asociado a la vejez. Además reduce el riesgo de desarrollar Alzheimer, mientras que la televisión es un factor de riesgo para el desarrollo de esta enfermedad. Asimismo, de acuerdo con investigadores de la Universidad de Sussex, 6 minutos de lectura pueden reducir los niveles de estrés en un 68%, lo cual es un porcentaje mayor a escuchar música (61%), tomar té o café (54%) y hacer una caminata (42%). En conclusión, a pesar de que no podemos aislarnos totalmente de las pantallas, sí podemos utilizar estos datos para balancear nuestro consumo de información, de la misma manera en que balanceamos nuestra alimentación en busca de salud.
Con información de Medical Daily