Es común pensar que no hay nada más ajeno a la espiritualidad que la ciencia. De hecho, su antagonismo ha dado paso a revoluciones y avances muy importantes a lo largo de la historia.
Hablar de un físico que con sus postulados y teorías nos invita a conectar con eso que no podemos observar pero sí sentir, parece imposible. Ese hombre extraordinario fue Stephen Hawking.
Tenía 22 años cuando le diagnosticaron esclerosis lateral amiotrófica y sus médicos le informaron que le quedaban sólo 2 años más de vida. Sobrevivió 54, hasta que esta madrugada dejó el cuerpo que escapaba a su control y que alojaba a una de las mentes más brillantes.
Durante décadas, desde su silla de ruedas y con su voz computarizada, nos inspiró a descubrir el universo aunque no seamos físicos, quizá especialmente si no lo somos. Con sentido del humor, nos acercó a esa curiosidad intuitiva que nos invita a preguntarnos quiénes somos y por qué estamos aquí.
Yo crecí admirándolo; mi papá nos enseñó tanto sobre él que se convirtió en un héroe de la infancia. Ahora, a la luz de mi proceso yogui, estoy convencida de que Hawking es una referencia clave para el conocimiento del ser.
No sé nada de fórmulas y entiendo poco (muy poco) sobre los agujeros negros o la física cuántica, pero sus frases me fascinan porque no se refieren al cosmos únicamente como fenómeno físico o matemático, sino como ese macroambiente en el que existimos y donde podemos superar nuestros propios límites a través de la conciencia y la comprensión del poder que tiene el aquí-ahora.
Las siguientes son algunas de mis favoritas.
QEPD Stephen Hawking.
NAMASTE.