La manera en la que nos expresamos define el rumbo de nuestros pensamientos y por lo tanto, de nuestras acciones. El lenguaje nos posiciona en el mundo y tiene mucha más relevancia de la que podríamos creer. Cada vez que comunicamos algo, como una afirmación, nuestra mente se programa para tomar esa afirmación como algo real aunque quizá no lo sea del todo, y entonces nos predispone a actuar como si ya fuera un hecho. Por ejemplo, si decimos “Soy incapaz de…”, estaremos programando nuestro cerebro (y nuestro cuerpo) para sentirnos incapaces de algo que tal vez podríamos realizar si nuestra disposición fuera más positiva. De igual modo, si decimos “Tengo miedo a…”, estaremos predispuestos al temor y al pasmo ante aquello que enfrentamos y entonces nos vulneramos por adelantado, eliminando por completo la posibilidad de hacerle frente con valentía y determinación.
Por fortuna, lo mismo sucede aplicado a la inversa. Si ante los retos, dificultades o incertidumbres mostramos verbalmente y para el mundo una postura positiva y mucho más aguerrida, algo se programa en nosotros que nos permite abordar los obstáculos con seguridad y disposición de superarlos. Al sustituir en nuestro lenguaje frases como “No puedo”, “No soy capaz”, “Me da miedo” o “Es imposible lograrlo” por sus contrapartes “Sí puedo”, “Soy capaz”, “No me da miedo” y “Es posible lograrlo”, estaremos asumiendo la posibilidad de alcanzar los objetivos que queremos, porque ya en nuestro lenguaje se asumen como verdad, y ésa es la primera mitad del camino por recorrer para llegar a ellos.
La forma en la que hablamos manda información a nuestro cuerpo y a nuestro inconsciente. Al construir un discurso comunicativo, nos programamos mentalmente para tomarlo como una certeza. Otro ejemplo: no es lo mismo decir “Debería levantarme temprano” que “Voy a levantarme temprano”. En la primera opción sólo se está planteando una posibilidad que no necesariamente habría de cumplirse, pues incluye un margen de movimiento que permite la declinación; en cambio, en la segunda opción se da por sentada una acción concreta que habrá de cumplirse, y para eso nuestra mente ya está preparada para indicarle al cuerpo que un despertar temprano se aproxima. “Espero terminar mis pendientes a tiempo” no es lo mismo que “Terminaré mis pendientes a tiempo”. La primera deja lugar a dudas y a la opción de fallar; la segunda es una certeza que nos estamos otorgando desde el principio, y sólo faltará llegar a ella.
Eliminar las acepciones negativas y que te limitan de tu vocabulario y poner en su lugar afirmaciones positivas que te acercan a tus deseos y necesidades influirá en tu vida personal, profesional y en tus relaciones con las demás personas. Como verás, es un cambio pequeño pero importantísimo, que funciona a nivel subconsciente y que te programa para lo que tú decretes con el pensamiento. ¿Tienes dudas de que esto funcione? No te cuesta absolutamente nada intentarlo, sólo intercambia ideas que te detienen o bloquean por sus opuestos factibles y positivos. Date un tiempo para probarlo y cuéntanos cómo te fue.