Actualmente se habla mucho de los múltiples beneficios que la meditación tiene para el bienestar no sólo espiritual sino también físico, mental y emocional. Si esta práctica te llama la atención pero sientes que no es para ti o que te será muy difícil realizarla, estas son algunas cosas que debes saber antes de iniciarte en ella.
Para empezar, aunque se suele relacionar con el budismo, en realidad la meditación no tiene que ver con cuestiones religiosas sino que es una práctica, como el yoga o el ejercicio, que te ayuda a tener una mejor salud en todos los niveles.
Además, no necesitas ser un experto ni ataviarte con una túnica y un turbante para practicarla; sólo necesitas regalarte un tiempo cada día para hacerlo, un espacio tranquilo y silencioso y la disciplina de hacerlo regularmente hasta convertirlo en un hábito diario.
La meditación ayuda a reducir el estrés, mejorar la concentración y aumentar la inteligencia emocional. Ayuda a conectarte con tu subconsciente, también conocido como yo superior, intuición o yo interno. Así que sería muy bueno que la incorpores en tu vida diaria. Pero antes de empezar, estos son dos puntos que debes tener en cuenta.
Si eres alguien más bien tranquilo y con un ánimo apacible, quizá no te cueste trabajo permanecer quieto y en silencio unos minutos cada día; pero si tu personalidad es más hiperactiva, puede que sentarte a meditar no sea del todo para ti, o que te cueste más trabajo lograrlo.
Pero no toda la meditación implica estar inmóvil y callado; hay actividades que te inducen a ese estado de atención plena, que te permiten estar presente en el aquí y ahora, que te ayudan a la introspección y a conectar con tu interior. Esto significa que no hay una forma correcta de meditar. Hay cientos de formas de alcanzar un estado meditativo.
Busca aquello que te ayude a entrar en ese estado meditativo de conexión con tu interior. Para algunas personas, ese efecto lo tienen actividades como caminar, tejer, cocinar, acariciar a sus mascotas, escuchar música o tocarla, bailar y hasta lavar los platos.
Las actividades repetitivas y que te relajan son una excelente forma de meditar para quienes no pueden permanecer quietos por varios minutos, o para cuando quieres variar tu práctica. Así que además de la meditación sentado, busca esas actividades que surten ese efecto en ti.
Y si lo que quieres es probar con la meditación tradicional, puedes iniciarte con las meditaciones guiadas, en las que una voz melodiosa y amable te dice qué hacer y en qué enfocarte en cada momento, y además están acompañadas por música y sonidos de la naturaleza que te ayudan en el proceso de relajación. En YouTube puedes encontrar muchas. En este enlace hay una meditación guiada para combatir la ansiedad y en este otro enlace encontrarás una para poder dormir mejor.
Aquí la clave es concentrarte en tu respiración y dejar que tus pensamientos fluyan. No se trata, como muchos creen, de poner la mente en blanco, pues eso es imposible, sino de no “clavarte” en ninguno de los pensamientos que surjan en tu mente mientras meditas y, en cambio, aceptarlo y dejarlo ir.
Lo que debes tener muy presente es que hay muchas formas de entrar en un estado meditativo. No dejes que nadie te convenza de que su método es la única forma correcta. Puedes encontrar más de una forma que funcione para ti.
La meditación te ayuda a ponerle atención a tu subconsciente e intuición. Sin embargo, poner atención no es suficiente. Tu yo interior también tiene que sentirse lo suficientemente cómodo como para compartir sus pensamientos contigo.
Tu voz subconsciente probablemente ha sido suprimida por años, así que debes ganarte su confianza para que pueda salir, al igual que lo haces para lograr que un niño tímido o un animal asustado confíe y se acerque a ti: con paciencia y amor.
Debes ser amable y gentil contigo mismo, no exigirte de más y tener paciencia con tu ritmo y tus avances. Ser crítico contigo mismo contrarresta los beneficios de la meditación, así que sé compasivo. No juzgues tus pensamientos o sentimientos. Reconócelos y acéptalos sin juzgarlos.
Si al principio no logras terminar una meditación, si sólo puedes hacerla por poco tiempo, si cientos de pensamientos asaltaron tu mente o si te quedaste dormido, no te preocupes, no te juzgues ni te sientas mal. Es parte del proceso, pues como todo, la meditación implica una etapa de adaptación y aprendizaje; a fin de cuentas, es algo nuevo para ti y no tienes por qué ser un experto a la primera.
Es muy importante que nunca sientas que haces mal una meditación, pues como ya se dijo, no hay una forma correcta o incorrecta de meditar, sino que simplemente hay cosas que funcionan para unas personas y otras que les van mejor a otras, según la personalidad, el carácter, el entorno, etcétera.
Tampoco pienses que una actividad meditativa no es una meditación "real" porque no la haces a la manera tradicional o porque no ha sido codificada y practicada durante miles de años. Si acariciar a tu gato o rascarle la panza a tu perro te hace llegar a un estado meditativo, si te relaja y te da paz, es perfectamente válido que lo tomes como una forma de meditación que funciona para ti, aunque para el resto no.
Lo principal es que escuches a tu yo interior para encontrar la forma o formas de meditar que mejor van contigo. También pon atención a tu intuición para saber en qué momento del día te resulta mejor hacerlo; no siempre se debe meditar a primera hora del día, puedes hacerlo por la tarde o en la noche antes de dormir; el momento en el que te sientas mejor, con más paz y más conectado, ese será el ideal. Confía en que tu yo interior sabe lo que es mejor para ti.