Cuando acaba un año, algo natural en nosotros es analizar el resultado y la trayectoria de los 365 días que se dejan atrás. ¿Ha sido un buen año en términos de salud, actitud, éxito y logro de metas? ¿Conseguimos cumplir nuestros propósitos de inicio de año? ¿Corregimos errores o cometimos más?
Lo que no sabemos es que una mejor perspectiva es la de no juzgar nuestro desempeño del año sino aprender, aceptar y crecer a partir de él. Para hacerlo, este trabajo de introspección te ayudará a conectarte con tu yo del año que termina para preparar tu yo del nuevo año.
Establece el entorno para meditar
Antes de comenzar, prepara el entorno con música instrumental o música para meditar a volumen bajo. También puedes encender unas velas de aromas relajantes, encender un calentador y recostarte con los ojos cerrados o sentarte sobre el pasto al aire libre (para aprovechar los pocos rayitos del sol de invierno). Lo importante es sentirte cómodo y aislarte de las distracciones.
Si estás recostado boca arriba, relaja tu cuerpo, estira los brazos a tus costados y gira las palmas de las manos hacia el techo o cielo. Si estás en cualquier otra posición, coloca la palma de tu mano derecha sobre tu pecho, a la altura de tu corazón.
El espíritu del pasado
Una vez establecido el escenario y dispuesto tu cuerpo, respira suave y lentamente para relajarte. Una vez que te sientas preparado, pregúntate ¿Qué está llegando a su cierre en mi vida? No esperes recibir la respuesta de manera inmediata.
Deja que tu interior revele poco a poco aquellas situaciones, relaciones y actitudes que se desarrollaron a lo largo del año pero que en este presente están llegando a su final. Pueden ser desde relaciones laborales, sentimentales o de amistad que se terminaron hasta enfermedades superadas, ciclos de habitación en un lugar o más.
Toda respuesta es válida y cada una de esas experiencias, además de formar un capítulo de tu vida que ahora llega a su fin, aportó un aprendizaje. Por eso, cuando llegue a tu mente cada respuesta, reflexiona en cuanto a las lecciones aprendidas a partir de esos periodos que finalizan. No todas tienen que ser igualmente significativas o trascendentes, pero sí es importante que encuentres qué aportan a tu crecimiento interior. Es así como uno madura, mejora, aprende de los errores o agradece las bendiciones.
El espíritu del presente
En esta segunda parte, la pregunta que debes hacerte es ¿Qué debo celebrar? Tu mente revelará aquellos momentos del año, tanto grandes como sencillos, que te brindaron felicidad, satisfacción y sensación de logro.
Quizá algunos te parezcan superficiales, pero agradécelos también. Tal vez algunos te causen gracia, pero tómalos como motivo de gozo. Lo más grande de la vida está, la mayoría de las veces, en los pequeños momentos, en los días en los que sucedió algo diferente y único, en los gestos que, por un instante, te hicieron sentir que todo vale la pena.
El espíritu del futuro
Ahora hazte la pregunta ¿En qué debo reflexionar? Cierra los ojos, concéntrate en tu respiración y, de nuevo, espera las respuestas. Cada una de ellas puede ser un punto de partida para el tú que serás a partir del nuevo año, así como para los propósitos que tu ser te invita a hacer.
Hay necesidades más profundas que tu espíritu quiere que sepas y que van más allá de “ganar más dinero” o “bajar dos kilos”. Por supuesto, tu bienestar económico y tu salud son parte integral de tu bienestar, pero éstos se lograrán de manera natural si te concentras primero en resolver aquellos puntos de tu ser que podrían impedirte avanzar, tener éxito o ser la mejor versión de ti.
Al terminar esta parte de la meditación, despeja tu mente y permanece en silencio unos minutos más, concentrándote en tu respiración. Luego, poco a poco, comienza a regresar al momento presente y termina tu meditación diciendo: "Gracias por todo, año viejo, bienvenido año nuevo" antes de abrir los ojos.