En torno a los medicamentos psiquiátricos hay una certeza: al día de hoy todavía existen muchos mitos y tabúes que siembran dudas más que esclarecerlas, y por supuesto, la mayoría de estos prejuicios tienden a confundir y a desinformar. Por desgracia, esto ocasiona que la gente tienda a subestimar y segregar a las personas bajo tratamiento o a evitar por todos los medios la medicación, incluso si varias veces ya se ha recomendado. Es lógico, pues la mayoría de los mitos alrededor de este asunto son negativos.
Sin embargo, hay que decir que esto no es así. La medicación es una herramienta de apoyo para tratar padecimientos que exceden la fuerza de voluntad y las técnicas naturales de estabilización. Si bien un tratamiento alópata no representa la cura total, sí es una ayuda enorme para manejar los desequilibrios y devolverle a la mente la capacidad de regularse por sí misma. Cuando estos desequilibrios son químicos y pronunciados, es importante reconocer que se necesita de intervención química para manejarlos.
Entre los pensamientos erróneos más frecuentes está creer que aquellos que terminan por medicarse no fueron lo suficientemente fuertes para encontrar solución a sus problemas de manera natural, pero lo cierto es que a veces llega el punto en que estos problemas sólo pueden controlarse de manera externa, y resistirse a la medicación cuando podría ser la mejor alternativa puede salir peor. Prolongar el malestar (y sus riesgos) no es una opción viable.
Muchas veces los desequilibrios psicológicos se acrecientan, suben de intensidad y es importante identificar si el problema evoluciona para, entonces, intervenir de forma inmediata. Los métodos como yoga, ejercicios de respiración y alimentación naturista siempre encabezarán la lista de primeras opciones para tratar los desórdenes mentales porque evidentemente funcionan, como lo ha demostrado, por ejemplo, la meditación.
No obstante, es importante quitar los tapujos y miedos ante la medicina alópata cuando en verdad se le necesita. Tomar medicamentos psiquiátricos no es el fin del mundo. Estos medicamentos, al contrario de lo que se suele creer, no te adormecen, no te cambian la personalidad ni te vuelven menos creativo; la medicación no interfiere con las emociones, sino que se enfoca en regular los procesos químicos que se han desbordado para devolverte a un estado donde puedas tener control sobre ellas.
Por supuesto, siempre será mejor agotar todas las opciones alternativas a los medicamentos, pero también hay que entender que cada cuerpo y cada desajuste químico son diferentes, y que lo que funciona para unos podría no funcionar para otros. Comprender este punto es el primer paso de apertura mental para que surta efecto la terapia que tomes. Otro punto importante es la confianza que debes depositar en tu psiquiatra tratante, ya que seguramente él sabrá lo que necesitas, ni más ni menos, así como el tiempo exacto que durará tu medicación.
Recuerda que en algún momento podrías dejar la medicación y pasar otra vez a los métodos naturales, cuando tu cuerpo y tu mente estén dispuestos para ello. Poco a poco, al recuperar tu estabilidad y tranquilidad, podrás ver con nuevos ojos la situación que te rodea. Ten en cuenta que cualquier tipo de tratamiento está enfocado en elevar tu calidad de vida; por eso, no debería haber razón para temer. No olvides que la medicación también se puede acompañar con meditación y terapia psicológica. Infórmate y conoce tu cuerpo para tomar la mejor decisión, y si es necesario medicarte, píntale buena cara a tu realidad y confía en tu psiquiatra y en tu proceso.