Solo hay que echar un vistazo a las redes, a los periódicos, a la televisión, para percatarnos de que el mundo aparenta ser es un lugar salvaje y peligroso. Probablemente así ha sido siempre, pero antes no teníamos tantos medios de comunicación inmediatos y omnipresentes. Antes podíamos vivir medianamente aislados; ahora parece que podemos estar en todas partes y enterarnos de todo. Si de por sí vivimos angustiados, saber que el mundo no es un lugar amigable nos genera más presión, estrés y agobio. Además, nuestra forma de comprendernos, de entendernos, de hablar y tratarnos de explicar las cosas desde nuestro interior tampoco ayuda mucho. Pensamos que debemos vivir constantemente a través de la autocrítica, que debemos ser los mejores y concentrar todas nuestras fuerzas en el éxito. Está bien que queramos triunfar en nuestra profesión, en el amor, en la vida, pero a lo mejor estamos olvidando que parte de ese triunfo también depende de comprender los sentimientos del otro y los nuestros, y aceptarlos.
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Uno de los valores que permite cultivar el amor y la autoestima es la compasión. La compasión es una cualidad que nos permite reconocer el verdadero valor de las cosas y la importancia de las mismas. La compasión es una cualidad que no sólo se puede aplicar a los demás, sino que es muy útil y gratificante cuando la aplicamos en nosotros mismos. Enfocada a los demás, la compasión se define como un sentimiento en el cual uno toma parte del sufrimiento del otro y se genera empatía. La perspectiva de la compasión varía si se hace desde la óptica interna y desde el crecimiento personal. Ser compasivos con nosotros mismos se traduce en entendernos y aceptarnos, en que si cometemos un error somos capaces de perdonarnos sin maltratarnos ni criticarnos, en que la opinión o imagen interna que tenemos de nosotros es básicamente buena, a pesar de los errores, defectos o limitaciones. Ser compasivo con uno mismo depende de tres factores importantes: la comprensión, la aceptación y el perdón.
Hay dos estrategias que pueden ayudarte a cultivar la compasión contigo mismo:
1. Escríbete una carta
Parece sencillo, pero puede resultar todo un reto escribirnos una carta en la que realmente expresemos un aprecio sincero por nosotros mismos tal y como somos. En realidad tu carta sólo necesita incluir dos palabras: te amo.
2. Trátate como tratarías a un buen amigo
Es curioso pero, aunque aceptar a otros con todas sus cualidades y defectos es un reto, resulta aún más sencillo que aceptar nuestros propios defectos. La mayoría del tiempo nos dedicamos a hacer críticas y críticas sobre nuestra apariencia y comportamiento, de tal manera que pasamos la vida diciéndonos lo que hicimos mal, lo que deberíamos estar haciendo, reprochándonos lo que no hicimos y otras tantas cosas que nos hacen sufrir. Antes de hacer alguna de estas cosas, pregúntate: ¿le haría esto a mi mejor amigo? Si la respuesta es no, evíta hacértelo a ti mismo.
Si la autocrítica es necesaria para el desarrollo personal, nuestra profesión y plan de vida, la autocompasión es indispensable para el crecimiento. La autocompasión nos facilitará el camino y probablemente evitará que nos sintamos frustrados y enojados cuando no hemos alcanzado nuestros objetivos. Nos hará entender que el fracaso es parte del funcionamiento de las cosas.
Con información de The School of Life