"¿Cuál ha sido tu momento favorito de la vida?". Esta es una pregunta que le hicieron a la autora Judith Viorst, de casi 90 años de edad. Su respuesta sorprendió a su interlocutor y a ella misma. En toda su vida ha tenido grandes momentos: se enamoró, se casó, tuvo hijos, publicó libros, pero no mencionó ninguna de éstas. La respuesta fue: "ahora mismo".
Viorst asegura que no desea retroceder el reloj ni 30, ni 40, ni 50 años: "Prefiero mantenerme en la vida que vivo actualmente. Eso es cierto a pesar del hecho de que soy indiscutiblemente vieja, no mayor, simplemente vieja". Muchas de las personas que amó ya murieron y su cuerpo luce las inclemencias del tiempo, pero está convencida de que el presente es su mejor momento.
Ella dice que no es que los días en sí sean fabulosos: "Mi cabello adelgaza, pero mi cuerpo no, además a menudo pierdo mis lentes o las llaves". Dedica tanto tiempo a los médicos que bromea con que fácilmente podría tener un título profesional con todo lo que aprende en sus consultas. Sin embargo, sigue firme en la idea de que "lo mejor no está ni delante ni detrás".
Después de descubrir que su momento favorito de la vida es el presente, decidió que le gustaría averiguar por qué. Y, entonces, se puso a enlistar algunas de las cualidades, actitudes y cosas que le han ayudado a ser más feliz a medida que se acerca a los 90 años.
Pero antes de seguir adelante, se detuvo a observar que es una mujer extremadamente afortunada. Afortunada porque todavía está casada con (y aún ama a) la persona con la que se casó hace 60 años. Afortunada porque todos sus hijos y nietos, en este momento, están bien. Afortunada porque tiene amigos con los que comparte una historia profunda y duradera. Afortunada porque de alguna manera ha esquivado (al menos hasta hoy) los asaltos más duros del cuerpo y la mente.
Por supuesto, también tiene dolores, pérdidas, arrepentimientos y decepciones, pero ha encontrado que estar agradecida le ofrece un gran consuelo y señala que esto puede funcionar para todos. Viorst recomienda cultivar la gratitud por las cosas buenas de la vida, ser consciente e incluso contar las bendiciones, saber quién eres y dónde estás, pues "eso nos puede hacer más felices". Y añade:
Descubrí que un poco de excedente de gratitud a menudo tiene efectos a largo plazo, lo que nos ayuda a ser más tolerantes, menos prejuiciosos, más indulgentes con la familia y los amigos cuando nos molestan o nos descuidan, lastiman nuestros sentimientos o nos decepcionan. Es tentador sumar sus fallas, pero cometemos un gran error si lo hacemos. Descubrir que nosotros, como ellos, necesitamos mucha aceptación y el perdón puede ayudarnos a tener una vida más feliz.
Cuando Judith era más joven, pasaba demasiado tiempo obsesionada con lo que la haría sentir mejor o cómo imaginaba que ciertas circunstancias transformarían mágicamente su vida y su carrera. Pero aprendió (aunque le tomó un tiempo) a mirar a su alrededor y prestar atención a lo que podría hacer que su vida fuera mejor aquí y ahora. Su libro Nearing Ninety abre con una cita maravillosa del filósofo George Santayana, cuya propuesta roba la atención: "Interesarse en los cambios de estación te hará más feliz que enamorarte de la primavera". En lugar de mirar con nostalgia lo que una vez fue, o imaginar ansiosamente lo que podría ser, es mejor buscar qué satisfacciones, qué placeres, qué significado brinda la temporada actual.
Algunos asumen que las personas mayores sienten envidia y celos de los jóvenes. "Para mí, eso no podría estar más lejos de la verdad. Agrego a mi lista lo que puede hacer feliz una vida tardía: ofrecer una mano de ayuda, usar lo que he aprendido para ser un mentor y una guía para las generaciones más jóvenes", asegura Judith; "En lugar de ser la estrella del espectáculo, puedo compartir lo que sé para que otros brillen. Y hasta que realmente hayas hecho esto, no puedes imaginar lo gratificante que puede ser".
Sin embargo, si todo lo demás falla, el último consejo de Judith es el más simple de todos: reír. "Aunque siempre he contado con el sentido del humor como uno de los mecanismos esenciales de supervivencia de la vida, me tomó décadas aprender a reírme de los problemas". Judith relata que fue sólo después de llorar, maldecir, quejarse y culpar a los demás de lo que le pasaba, cuando finalmente logró encontrar el humor en lo que en ese momento parecía ser su apocalipsis.
Hoy nada le parece un apocalipsis, "mis días son demasiado preciosos para desperdiciarlos en las quejas y culpas". La risa llega antes y más fácilmente ahora, ya que sería una pena perder las delicias que ofrece la vida.
Con información de Glamour