Probablemente te ha pasado que, después de hablar con algún amigo, compañero o conocido que llegó a contarte sus desgracias o a compartir contigo quejas o críticas, te quedas con una sensación de desolación y con una visión más negativa y pesimista del mundo.
Lo peor es cuando esa situación se repite constantemente, pues esa persona siempre tiene algo negativo que decir sobre lo que sea. Pareciera que todo lo malo le ocurre y que no hay nada bueno en su vida, pero en realidad es su visión negativa acerca de todo lo que le hace tener esa perspectiva tan fatalista.
El efecto de la energía negativa de esas personas funciona como un virus, porque en cuanto llega a otros, se expande y los hace sentir mal. Por esta razón, a este tipo de personas se les llama víricas, que en algunos aspectos son similares a las personas tóxicas, y se pueden clasificar en distintos tipos, según su forma de actuar.
Víricos pasivos. Aquí se encuentran los que siempre se hacen las víctimas y, lejos de responsabilizarse de sus actos y decisiones, suelen culpar a los demás o a las circunstancias de lo que les ocurre. Son personas que buscan atraer la atención al quejarse y causar lástima al presentarse ante los demás como personas desafortunadas y maltratadas por la vida. Su actitud te puede contagiar de tristeza, frustración y apatía.
Víricos interesados. Son los que no se acuerdan de ti, a menos de que necesiten que les hagas un favor. Cuando te buscan siempre es para pedirte algo, pero no son recíprocos, ya que no se muestran interesados en ti y tus necesidades, sino sólo en lo que puedes darles o lo que puedes hacer por ellos. Son egoístas y egocéntricos, y suelen recurrir al chantaje emocional para obtener lo que quieren. Lo que contagian es aprovechamiento y resignación.
Víricos criticones. Su vida consiste en criticar a los demás y suelen encontrar (o inventar) hasta el más mínimo error o defecto de los demás para hablar de ello. Nunca hablan de forma positiva de nadie, porque si a los demás les va bien, aumenta su frustración, y no saben competir si no es al destruir al otro con sus críticas, generalmente sin fundamento. Lo que te pueden contagiar es desesperanza, vergüenza y tanto culpa como remordimiento si participas en la crítica.
Víricos resentidos. Están resentidos con la vida, anticipan que las personas son interesadas y no esperan nada bueno de ellas. Todo lo interpretan de forma negativa y a todos les suelen ver malas intenciones. Por ello, viven a la defensiva y en un constante estado de ira. Lo que pueden contagiar es indefensión, inseguridad, impotencia y ansiedad.
Víricos psicópatas. Aunque esta palabra puede remitirte a un asesino en serie, no es necesario matar a alguien para ser un psicópata. El psicópata es quien provoca el dolor de otro sin sentir culpa, remordimiento ni compasión. Son los que humillan, faltan al respeto, amenazan, menosprecian y hacen quedar a otros en ridículo. Lo que contagian es miedo y odio.
Si no se trata de personas cercanas o con las que debas relacionarte necesariamente, lo mejor es mantenerlas lejos.
Si se trata de algún familiar, amigo o compañero de trabajo, no puedes evitar verlos y convivir con ellos, pero sí puedes evitar caer en su juego y convertirte en el recipiente donde vierten toda su negatividad.
En el caso de los victimistas y los que ven sólo lo negativo, puedes escucharlos y hacerles ver que su felicidad es su responsabilidad y que los demás no tienen la culpa de lo que les sucede, así que deben tomar las riendas de su vida y tomar las decisiones más acertadas para ellos.
Para los que sólo te buscan para pedirte favores, la solución es negarte. Ten claro que una cosa es ser solidario y otra muy distinta estar a disposición de alguien todo el tiempo, para todo lo que quiera.
Si te topas con un criticón, no te sumes a sus juicios. Cambia de tema o dile abiertamente que no te gusta hablar mal de quienes no están presentes ni fomentar los rumores. Ten en cuenta que, si lo hace con otros, también hablará de ti cuando no estés.
Finalmente, nunca dejes que un psicópata te falte al respeto ni que te maltrate, ni psicológica ni físicamente. En este caso lo mejor es que te alejes, sea quien sea, y que limites el trato a lo indispensable en caso de que no puedas cortar de tajo la relación.
Además de alejarte de las personas víricas, busca estar cerca de las que son todo lo contrario, de las que te contagian su felicidad, alegría y actitud positiva. De las que se interesan en ti y tus asuntos, de las que te hacen sentir con más energía y con una visión más positiva del mundo.
Con información de El País