Muchas veces, cuando alguien hace algo que hiere y te duele, perdonar se vuelve difícil porque se suele pensar que el perdón es algo que se hace en beneficio de la persona que te agredió u ofendió. Sobre todo cuando el hecho fue grave y te causó mucho sufrimiento, en tu mente suele aparecer la pregunta de ¿por qué habrías de perdonarlo, si por sus acciones no se lo merece?

Casi invariablemente, el perdón se concibe como algo que haces por la persona que te ha lastimado y otorgarlo o no se basa en si sientes el arrepentimiento genuino de tu agresor, si te agrada y quieres que vuelva a tu vida, o si puedes confiar en él de nuevo para retomar la relación que tenían. 

Desafortunadamente, la falta de perdón en nada afecta a esa persona que te hizo daño, sino a ti, porque el rencor se robará tu paz, te impedirá avanzar y afectará tus relaciones con las demás personas, pues al tener el temor constante de que te vuelvan a lastimar, te será muy difícil confiar en los demás. 

La falta de perdón crea una coraza de miedo, que es una forma en que las personas heridas mantienen su corazón protegido para hacer frente al sufrimiento. Pero esto te pone en riesgo de que, con el tiempo, termines por volverte alguien duro de corazón. Y en el proceso, pierdes contacto con tu emotividad y vulnerabilidad, te desconectas de tu capacidad de amar.

En realidad, al perdonar a quien te hirió, no le haces un bien a esa persona, sino a ti mismo. El perdón es para ti, porque es algo que te beneficia y te ayuda a recuperar la paz, al liberarte de emociones destructivas como el odio y el resentimiento; te ayuda a dejar el pasado atrás para poder continuar con tu camino. Cuando perdonas, te abres a la posibilidad de tener un nuevo comienzo con nuevas oportunidades.

Entonces, no debes perdonar con la persona que te agredió en mente, ni con base en sus acciones o actitudes, sino que al hacerlo debes pensar sólo en ti, en tu bienestar y en tu paz mental. Perdona con el objetivo de estar en paz.

Cuando perdonas por el simple objetivo de estar en paz, esa decisión de perdonar es algo que te empodera, te quita del lugar de víctima que tenías y te devuelve el control para decidir hacia donde llevar tu camino, independientemente de lo que haya pasado y de lo que haya dolido. 

Para perdonar no necesitas que quien te ofendió o hirió se arrepienta, ni siquiera que se disculpe ni que mejore su comportamiento; porque tu perdón no tiene que ver con esa persona, sino contigo, con poder estar en paz en tu interior y con poder tener el control de tu bienestar. 

Esto significa que, al perdonar, tu vida seguirá y recorrerás nuevos y mejores caminos, sin importar si la persona que te hizo mal se arrepiente o no, cambia o no, mejora o no. Y perdonar tampoco significa retomar la relación que tenías con esa persona, es más, ni siquiera tienes que volver a dirigirle la palabra si eso es lo mejor para tu vida y tu tranquilidad.

Por eso perdonar no tiene que ver con el otro sino contigo; porque perdonar es liberarte de todo lo negativo que sus acciones, palabras o actitudes te ocasionaron, para recuperar tu paz y equilibrio. Lo más importante del perdón es que te lleva de regreso a ti mismo y te devuelve el control de tu bienestar interior, independientemente de lo que haya pasado.

Finalmente, esto no quiere decir que al perdonar ya no te dolerá; por supuesto que toda pérdida duele, sea en las circunstancias que sea. Claro que necesitarás cumplir con tu proceso de duelo para sanar, pero al perdonar, lo podrás hacer libre de rencores y resentimientos. Así que llora, desahógate, perdona, vive tu duelo, suelta y libera para fluir y continuar.

Foto de portada: Freepik