Hay días que son menos placenteros que otros y algunos donde el estrés te toma por sorpresa. Un mal día en el trabajo o en casa puede hacer que asaltes el refrigerador para encontrar en la comida un refugio emocional.
Cuando las cosas se ponen difíciles, es posible que recurras a la comida para sentirte mejor. ¿Has tratado de alimentar tus emociones? Comer puede ser una forma de controlar el estrés o disminuir los sentimientos incómodos (como la soledad, la ansiedad, la ira o la tristeza). La comida puede ser incluso una forma de aumentar las sensaciones agradables, como la felicidad o la comodidad.
A corto plazo, funciona bastante bien. Tu mente se aferra a la idea de que comer te hará sentir mejor. Tu cerebro aprende que puedes obtener una solución rápida. Pero, como probablemente habrás notado, el alivio no dura. Después de satisfacer el antojo, aún sientes estrés, y además tienes un segundo problema: te sientes mal por todo lo que comiste.
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Comer a causa de las emociones no es sólo llenar un vacío metafórico; es impulsado por un instinto de supervivencia en lo profundo del cerebro humano. Cuando comes recibes un golpe de dopamina, el químico cerebral responsable de los sentimientos de placer. Cualquier cosa que se sienta bien desencadena este mismo mecanismo de recompensa en el cerebro.
En términos generales, el cerebro funciona a favor de la especie humana, lo que te motiva a repetir actividades que sustentan la vida a través de sentimientos de placer o recompensa. Esto explica las ansias instintivas de comida y sexo: son esenciales para la supervivencia.
Pero cuando usas la comida para consolarte o para adormecer el dolor emocional de manera regular, este comportamiento puede hacer que caigas en la misma dinámica una y otra vez. El cerebro piensa que si se siente bien, esa actividad debe ser importante para tu supervivencia, por lo que es mejor repetirla.
El investigador Kenneth Blum sugiere que algunas personas que luchan con comer en exceso pueden tener lo que él llama síndrome de deficiencia de recompensa (SDR). El SDR implica un fallo en el sistema de dopamina del cerebro. Las personas con SDR tienen menos receptores de este químico y, por lo tanto, no sienten su efecto completo, así que no obtiene el mismo nivel de gratificación que una persona con un número normal de receptores.
Comer en exceso no es tan simple como la falta de autocontrol, y dejar el hábito de calmarse con la comida no es sólo una cuestión de fuerza de voluntad. Comprender la conexión entre las emociones y comer en exceso abre todo un mundo de nuevas posibilidades. Puedes aprender a lidiar con los sentimientos de una manera que no involucre alimentos.
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Es más fácil perdonarte a ti mismo cuando ves la alimentación emocional como una cuestión de química cerebral y no de debilidad personal. Es importante no juzgarte por tus comportamientos emocionales. Cuando haces esto, se generan más emociones y puedes verte atrapado en un círculo vicioso: sentirte mal, luego calmarte con la comida, después sentirte culpable por comer en exceso, y eso puede hacer que comas aún más. Pensar en ello como un ciclo (comer, recompensar, comer más) puede ayudarte a estar lejos de la culpa y darte el poder de hacer una elección diferente.
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Con información de Psychology Today