Se estima que aproximadamente el 17% de las personas en México presenta al menos un trastorno mental, y una de cada cuatro lo padecerá como mínimo una vez en su vida. Actualmente, de las personas afectadas, sólo una de cada cinco recibe tratamiento.
Frente a este panorama, además de revelarse una urgente necesidad de invertir en la prevención y tratamiento de estos padecimientos, es importante luchar contra la estigmatización de quienes viven con una enfermedad mental.
Un estigma sucede cuando alguien te ve de manera negativa por alguna característica distintiva o por un rasgo personal que se considera, o realmente es, una desventaja (un estereotipo negativo).
Este tipo de actitudes puede dar lugar a discriminación, la cual puede ser evidente y directa, por ejemplo, si alguien hace un comentario negativo sobre la enfermedad mental o sobre el tratamiento. Puede también ser no intencional o sutil, como cuando alguien te evita porque asume que podrías ser inestable, violento o peligroso a causa de tu enfermedad mental.
De acuerdo con especialistas de la Clínica Mayo, algunos de los efectos nocivos del estigma son: resistencia a buscar ayuda o tratamiento, falta de comprensión por parte de familiares, amigos, compañeros de trabajo u otras personas, menos oportunidades laborales o de participación en actividades escolares y sociales, problemas para encontrar una vivienda, hostigamiento, violencia física o acoso, seguro médico que no cubre adecuadamente el tratamiento de la enfermedad mental, y la creencia de que nunca superarás ciertos desafíos o de que tu situación no mejorará, entre otros.
Es importante comprender que las enfermedades mentales no respetan condición social, ubicación ni edad, aunque destaca el hecho de que ocho de cada 10 enfermedades mentales atacan en la edad más productiva del individuo, es decir, de los 18 a los 30 años.
Es importante recordar que quienes viven con una enfermedad mental no están solos y que son muchas las personas que libran o libraron su propia batalla. Las malas valoraciones de los demás casi siempre provienen de la incomprensión del tema, más que de información basada en hechos. Aprender a aceptar tu afección, reconocer lo que debes hacer para tratarla, buscar apoyo y ayudar a educar a los demás puede marcar una gran diferencia.