WhatsApp es una de las aplicaciones más utilizadas en la actualidad, con más de mil 500 millones de usuarios en todo el mundo. Esta plataforma de mensajería instantánea fue lanzada el 24 de febrero del 2009, así que hoy cumple 10 años de haber cambiado la forma en la que muchas personas se comunican.
Aunque se trata de una app muy práctica y que permite mantener una comunicación constante e instantánea con familiares, amigos y compañeros de trabajo, hay casos en los que quienes la usan pueden llegar a volverse adictos a ella.
Al respecto, Erika Villavicencio Ayub, coordinadora de psicología organizacional de la Facultad de Psicología de la UNAM, afirma que hay una discusión sobre si su uso intensivo es una adicción.
En entrevista para UNAM Global, la especialista afirma que, aunque la adicción a WhatsApp no se encuentra en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5), de acuerdo con estudios recientes sí podría tratarse de una adicción a las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC).
La académica indica que en el nivel neurológico se crea una adicción cuando se usa el celular por demasiado tiempo, debido a que reduce los receptores de dopamina en el cerebro.
Esto hace que se genere una sensación placentera al usar WhatsApp, pues las notificaciones automáticas activan las zonas del cerebro que ponen en alerta para escapar o atacar de un estímulo peligroso. Así, el usuario siente una necesidad que lo hace verse obligado a mirar los diferentes mensajes que llegan.
De acuerdo con Villavicencio, existen algunos indicadores para saber si eres adicto al uso de esta plataforma, por ejemplo, cuando la utilizas en forma excesiva, si le dedicas mucho tiempo a enviar y responder mensajes, si mientes sobre el tiempo que la usas o si de pronto sientes que tu celular vibra o envía una alerta, cuando en realidad no existe ninguna nueva notificación.
Si la dependencia hacia WhatsApp crece, quien la padece también puede reducir sus horas de sueño para dedicarlas a chatear, además de sentir ansiedad cuando no hay señal de internet, cuando la batería se agota o al olvidar el celular.
Según explica la especialista, esto se debe al síndrome de abstinencia, que ocasiona malestar emocional, e cual se proyecta en conductas ansiosas y depresivas, insomnio, irritabilidad, aburrimiento, soledad, ira y nerviosismo, entre otros.
Cuando la adicción avanza, el individuo se aísla, baja su rendimiento laboral y en ocasiones intenta limitar el uso de la aplicación, sin conseguirlo.
Si la dependencia llega a un nivel muy elevado, las personas incluso pueden cambiar sus hábitos alimenticios y dejar de comer bien, así como afectar su cuidado personal y perder o dañar sus relaciones interpersonales, ya que dedican más tiempo a sus conversaciones virtuales que a las charlas cara a cara.
En los casos de dependencia, la conducta (en este caso, el uso excesivo de WhatsApp) se mantiene incluso al conocer las consecuencias negativas que acarrea.
Villavicencio comenta que esta dependencia ha ha crecido de manera alarmante entre los jóvenes, e incluso se han registrado muertes vinculadas con su uso en diferentes partes del mundo.
Por ejemplo, su utilización ha incrementado la tasa de accidentes vehiculares porque los conductores se distraen cuando atienden sus mensajes, o los peatones se ponen en riesgo al no poner atención al cruzar las calles, pues lo hacen mientras contestan sus mensajes.
Por otro lado, en muchos casos disminuyen la productividad y el desempeño de los empleados y de los estudiantes, ya que dedican mucho de su tiempo a chatear en la aplicación. Y en ambos casos también se ven afectadas las relaciones interpersonales y las interacciones con los compañeros de trabajo o de clase.
La principal recomendación en este caso, como en el de cualquier otra adicción, es acudir con un profesional para que realice el diagnóstico y recomiende el mejor tratamiento para cada caso. En una fase inicial, el tratamiento puede requerir de terapia cognitivo-conductual, y si es más avanzada, es necesario un tratamiento mixto (farmacológico y conductual).
La conclusión de Villavicencio es que es importante crear consciencia de que la tecnología y las aplicaciones como WhatsApp son parte de la vida actual, pero no se deben usar indiscriminadamente, sino aprender a darles el uso adecuado que permita aprovechar sus beneficios sin verse afectado por sus puntos negativos.
El secreto está en saber establecer límites de uso y en no volverse dependiente de la plataforma, sino utilzarla solamente cuando sea necesario y por el tiempo que se requiera, de modo que no afecte la vida cotidiana ni la salud física y mental.
Y tú, ¿sueles usar WhatsApp o alguna aplicación similar? ¿Alguna vez has tenido algún problema por dedicarle demasiado tiempo a las conversaciones virtuales?