Muchas veces se habla indistintamente de la mente y el cerebro como si se tratara de lo mismo; sin embargo, aunque sí están estrechamente relacionados, son dos cosas diferentes y a la vez inseparables.
La mente usa al cerebro y éste le responde. La mente también cambia al cerebro. Si bien no habría experiencia consciente sin el cerebro, ésta no se puede reducir a las acciones cerebrales; es decir, las personas eligen sus acciones a través de sus mentes, pues sus cerebros no las obligan a hacer nada, sino que responden a esas elecciones.
La mente es la vitalidad, ya que sin ella, el cerebro y el cuerpo serían inútiles. Piensa en alguien que tiene muerte cerebral: aunque su cuerpo continúa vivo porque su corazón late, sus pulmones respiran y todos sus órganos funcionan, es como si esa persona ya no existiera, pues no tiene conciencia, no puede hablar, moverse, interactuar, no puede vivir.
La mente es un flujo de actividad consciente e inconsciente al estar despiertos y un flujo de actividad inconsciente al dormir.
La mente también es energía y genera energía a través del pensamiento, el sentimiento y la elección. Cuando pienses, sentirás, y cuando pienses y sientas, elegirás. Estos tres aspectos siempre funcionan juntos.
Cuando la mente genera la energía mencionada se construyen pensamientos, que son estructuras físicas hechas de proteínas en el cerebro. Esa construcción de pensamientos crea cambios estructurales en el cerebro, lo cual se conoce como neuroplasticidad.
Cada vez que la mente estimula al cerebro, éste responde de varias formas, incluidos cambios neuroquímicos, genéticos y electromagnéticos. Al llevarse a cabo continuamente, estos procesos modifican las estructuras del cerebro, construyen o conectan nuevos pensamientos.
Por esta razón, el cerebro nunca es el mismo; cambia constantemente con cada experiencia que tienes a lo largo de la vida, e incluso puede modificarse a lo largo de un mismo día.
En pocas palabras, mientras tu cerebro es el órgano que rige y dirige las funciones de tu cuerpo, tu mente eres tú, y cambia contigo según la manera única en la que experimentas la vida.
Tu mente es responsable de cómo piensas, sientes y eliges, mientras que tu cerebro simplemente responde a estas experiencias y ejecuta ciertas acciones en consecuencia.
Saber que tu mente y tu cerebro trabajan juntos pero son independientes te da el control y la capacidad de aprender a administrar tus pensamientos y acciones.
De esta manera, puedes elegir lo que integras en tu cerebro y cómo vas a cambiar lo que ya está integrado en él (como cuando vas a terapia para superar las heridas del pasado y así evitar el daño que le hacen a tu situación actual).
Cuando aprendes a manejar tu mente, te vuelves capaz de hacer que los sentimientos de depresión, estrés, ira y ansiedad funcionen a tu favor en lugar de en tu contra, al poder descubrir los mensajes y enseñanzas que tienen para ti. Así también te vuelves capaz de devolver el equilibrio a tu cerebro, a tu mente y a tu vida.
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