No cabe duda de que una de las emociones que más nos deprimen y detienen para intentar cosas nuevas o arriesgarnos a experiencias que podrían traer cambios positivos es el miedo al fracaso. Se trata de una emoción negativa pero completamente normal que, si la comprendemos así, podemos darle la vuelta y sacar de ella la fuerza necesaria para llenarnos de determinación la próxima vez que estemos frente a un reto desconocido.
Temerle a no conseguir lo que deseamos o a sentirnos vulnerados no sólo ante nosotros sino también ente el mundo que nos rodea es una emoción apabullante. La gente suele esperar mucho de nosotros y eso nos puede causar temor a decepcionarlos y, al mismo tiempo, decepcionarnos a nosotros mismos. La sensación sigue siendo humana pero hay que saber que aquellas expectativas pueden no ser necesariamente justas. Todos tenemos derecho a fracasar y no sólo eso, es una realidad que varias veces lo haremos, pero eso no significa que estemos haciendo las cosas mal, sino que, a lo mucho, significa que aún no tenemos la experiencia necesaria, porque mediante esos intentos la estamos adquiriendo. Es así que obtenemos el aprendizaje necesario para intentar de nuevo y con mejores desenlaces. Sentir cansancio o frustración al fallar en algo puede ser doloroso pero también es una parte fundamental en el proceso de adquisición de habilidades.
El miedo y la inseguridad nos detienen más que la frustración o la molestia por no haber logrado nuestras metas en el primer intento. Buscar romper nuestros propios límites, con todo y sus respectivos fracasos, también es una manera de inspirar a otros cuando no nos damos por vencidos y mostramos esa fuerza de voluntad inquebrantable. De igual modo, conocer (y no olvidar) que todas las historias de éxito tienen consigo un trasfondo de prueba y error y muchas ocasiones de casi “tirar la toalla” nos llenará de confianza al corroborar que no todo se obtiene a la primera ni por la vía más fácil.
Sabernos frágiles, vulnerables, falibles e imperfectos es un primer paso para entendernos como seres humanos con la capacidad de aprender de los errores porque constantemente nos enfrentamos a ellos. Eso es lo primero que hay que reconocer para deshacernos de la culpa y las exigencias sobrepasadas. Es importante no negarnos la posibilidad de intentar porque eso sólo se traduce en negar completamente la oportunidad del cambio. La fórmula es muy simple: deja a un lado ese miedo a fallar y sitúate del lado de la emoción por emprender un reto; ése es el mejor punto de partida para ubicarte. Opta por la excitación de enfrentarte a un nuevo objetivo y no pierdas de vista las altas expectativas sobre lo que sucederá si lo logras. Quizá no sea a la primera pero de algo estamos completamente seguros: cada vez estarás dando un paso hacia adelante, y paso a paso se conquistan las metas.