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¿Tienes una mente dispersa? Estas estrategias te pueden ayudar

Junio 09, 2020

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¿Qué vas a aprender con esta nota?

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  • Estrategias para concentrarte mejor y dejar de ser tan disperso

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La mente es la herramienta más poderosa del ser humano, pero no por sí misma pues, como todo recurso, es necesario trabajar en ella para desarrollar su potencial. No sin ciertos ecos míticos, podríamos decir que la mente es el gran don que se le dio a nuestra especie, pero en bruto, como si fuese una joya que es necesario extraer y pulir hasta descubrir toda su belleza. En cierta forma, eso es nuestra mente.

 

En ese sentido, quizá la cualidad más importante de nuestra mente es la capacidad de atención, necesaria para todos nuestros actos de la vida. Si bien podemos actuar sin poner atención, de alguna manera esta es una postura frente a la vida que suele tener consecuencias poco benéficas para nuestra existencia. 

 

Actuar sin atención suele ser la fuente original de todo tipo de problemas, desde algunos comunes y cotidianos como perder tiempo por no encontrar las llaves de la casa, por ejemplo, o tener un retraso en el trabajo por no haber seguido las indicaciones recibidas, hasta otros de mayor trascendencia como ver frustrados nuestros objetivos de vida por no poder poner atención en un propósito y sostener los esfuerzos que implican conseguirlo.

 

“La facultad de voluntariamente traer de regreso una atención errante, una y otra vez, es la verdadera raíz del juicio, el carácter y la voluntad”, escribió William James, uno de los pioneros de la psicología, para quien la atención era la verdadera fuente del genio. 

 

Igualmente Erich Fromm, en ¿Tener o ser?, habla del interés como un “esforzarse activamente” cuando, efectivamente, ponemos interés en algo o en alguien, es decir, cuando estamos volcados de lleno, con todo nuestro ser, en algo que hacemos en el aquí y en el ahora. 

 

Esa disposición de ánimo, de mente y cuerpo, es en efecto, el anhelo de muchos, ¿pero cómo lograrlo? ¿Cuál es el secreto de la concentración?

 

Aunque no se trata de un resultado debido a una sola causa, gran parte de la capacidad de atención descansa en el estado en que se encuentra la mente. Es decir, sin dejar de lado los componentes fisiológicos asociados con el bienestar de la mente (los niveles de ciertos neurotransmisores, por ejemplo), si no partimos de un estado de relajación y conocimiento de nosotros mismos, difícilmente podremos concentrarnos en lo que queremos.

Partiendo de esta premisa, a continuación compartimos algunos consejos (inspirados en las recomendaciones del blogger Leo Babauta, quien tiene el blog Zen Habits). Además de explicarlos a nuestra manera, añadimos algunas aportaciones propias, esto con el fin de enriquecer la propuesta. 

 

Medita en las mañanas

La meditación es una de las mejores herramientas para conocer los patrones de pensamiento que sigue tu mente. Grosso modo, consiste en tomarte unos cuantos minutos de tu día, retirarte a un lugar tranquilo (una habitación silenciosa, de preferencia, con una buena temperatura, sin muchas distracciones alrededor), sentarte en una posición cómoda y observar mentalmente tu respiración, haciéndola consciente. 

 

Este ejercicio parece sencillo, pero si lo realizas te darás cuenta de que no pasará mucho tiempo (a veces incluso unos cuantos segundos) antes de que tu mente pierda de vista la respiración en la que supuestamente estaba concentrada. 

 

Pronto comenzarás a pensar en las cosas que tienes que hacer ese día, en algo que viviste el día anterior, en algo que quieres decirle a otra persona y, en general, en mil y una cosas que acuden a tu flujo de conciencia sin que aparentemente puedas detenerlas o controlarlas de alguna manera.

 

Contrario a lo que se cree, uno de los primeros objetivos de la meditación no es “disciplinar” la mente para forzarla a concentrarse. Nada de eso. El propósito es simplemente observar, esto en el sentido de tomar conciencia de lo que te habita interiormente.

 

Los pensamientos que surgen son tus pensamientos, son expresión de las ideas con las que codificas, entiendes y por lo tanto experimentas la realidad. ¿Son pensamientos de tristeza o de alegría, de enojo, de deber, de nostalgia? 

 

Más que intentar controlar o reprimir lo que piensas, el objetivo es conocerte para tomar conciencia de lo que eres ahora y entonces sí, en un segundo momento, intentar cambiar lo que no te gusta de ti mismo, lo que sientes que te impide desarrollarte, lo que te genera malestar, etcétera.

 

La idea de meditar en las mañanas es porque en ese momento del día es probable que encuentres la quietud necesaria para reducir tanto las distracciones a tu alrededor como las de tu interior, pero en realidad puedes encontrar tus mejores condiciones para practicar. 

 

Si eres un principiante, comienza fijándote unos 5 o 10 minutos para meditar. Si eres constante, poco a poco tu capacidad de concentración mejorará, pero esto como una especie de “efecto secundario” al hecho de conocerte mejor.

 

Genera espacios destinados a fines específicos

Los espacios suelen tener una gran influencia en el condicionamiento de nuestros estados mentales y emocionales. La mejor prueba de ello es la cama en la habitación donde dormimos: aun sin tener sueño o estar realmente cansados, basta con recostarnos en nuestro colchón para, a los pocos minutos, sentir unas ganas irresistibles de dormir.

 

En ese sentido, una estrategia propicia para evitar la dispersión mental y entregarte de lleno a una tarea es tener un espacio exclusivo para esta. Si, por ejemplo, tu objetivo es escribir, quizá puedas reservar un rincón y una mesa de tu casa únicamente para este fin. Si lo que quieres es leer, quizá puedas elegir una biblioteca cercana para hacerlo (acaso yendo también siempre a la misma hora, por ejemplo). 

 

Si la distracción sobreviene en tu trabajo, quizá puedas hacer algunos cambios en tu espacio para adecuarlos mejor a las actividades que realizas (despejar tu escritorio puede ayudar). Y así sucesivamente.

 

La idea es que crees un vínculo mental entre el lugar donde trabajas y tu disposición para trabajar.

 

Elimina tantas distracciones como puedas

Hace unos años, el escritor Jonathan Franzen dio para el diario The Guardian este peculiar consejo a las personas que tenían la intención de convertirse en profesionales de la pluma: "Es dudoso que cualquiera con una conexión a Internet en el lugar donde trabaja esté escribiendo buena ficción".

 

No sin ironía, Franzen notaba ya entonces que Internet es la gran fuente de distracción de nuestra época.

 

Actualmente, los smartphones son una de las principales fuentes de distracción. Si es así para ti y necesitas estar enfocado durante un cierto periodo, prueba con silenciar tu aparato o incluso ponerlo en modo “Avión” (esto para cortar toda conexión). Una alternativa radical puede ser incluso interrumpir momentáneamente el servicio de Internet del lugar donde te encuentras.

 

Sin embargo, las distracciones también pueden tener otros orígenes, no sólo el Internet. El hambre puede ser uno de ellos (por lo cual, procura comer moderada pero sustancialmente antes de trabajar), el dolor (Margaret Atwood, por ejemplo, en aquella misma ocasión aconsejó a los aspirantes a escritores hacer ejercicios de espalda, esto para evitar que el dolor o el cansancio los distraiga al momento de escribir), los ruidos externos, etcétera.

 

Si bien no se trata de que crees un espacio de trabajo completamente aislado (lo cual, por otro lado, es más bien difícil para el común de las personas), este consejo sí está orientado a que identifiques las fuentes externas de tu distracción y, en la medida de lo posible, las evites.

 

Acepta tu mente tal como es ahora 

Si en este momento tienes una mente dispersa que salta de una idea a otra, que parece incapaz de concentrarse, que parece perezosa para dedicarse a una tarea, etc., ¡no te aflijas ni sufras! Por el contrario: acéptate tal como eres (y, podríamos agregar: quiérete). De lo contrario, al hecho de ser así estarás añadiendo una mortificación o una resistencia que es, a su modo, otra distracción que te desvía de tus objetivos. 

 

Como decíamos antes, todo se trata de tomar conciencia de lo que eres, de tus posibilidades y tus limitaciones, pero, además, bajo la óptica de que eres un ser en cambio permanente, es decir, eso eres en este momento, pero mañana las cosas contigo pueden ser diferentes.

 

Observar sin juzgar, decía Jiddu Krishnamurti, es el signo más elevado de inteligencia. Intenta practicarlo. Sé compasivo contigo mismo. La compasión es la herramienta más poderosa para dirigirte hacia un mejor lugar.

 

Relájate

La relajación es el estado más propicio para cualquier tipo de práctica y aprendizaje. No importa si tu objetivo es aprender un nuevo idioma, una serie de pasos de baile, o si lo que quieres es enfocarte en un proyecto personal. 

 

La mejor disposición para tener la concentración que te permita aprovechar tu tiempo y tus recursos es la relajación. La inquietud, la impaciencia, la desesperación, el enojo y otros estados emocionales afines son también distracciones o, vistos de otra manera, “fugas” hacia las cuales se vierte nuestra energía emocional y de vida, desperdiciándose.

 

Antes de comenzar a trabajar puedes hacer algunos ejercicios sencillos para relajarte, como respirar profundamente tres o cuatro veces, hacer círculos con tu cuello y tus hombros e intentar tranquilizar tu mente. 

 

Programa algunas pausas para tu trabajo

En función de tu capacidad de concentración y trabajo, puedes hacer algunas pausas durante el periodo que has destinado a trabajar. Alguna puede ser para tomar un bocadillo o para hidratarte, otra para salir brevemente a caminar, o para responder algún mensaje. 

 

Las pausas de este tipo son útiles para retomar ánimos y a veces también para permitirle a la mente pensar en otras cosas y, paradójicamente, regresar con la creatividad renovada, además de que al cuerpo le permite descansar.

 

Asiste una terapia psicológica

El conocimiento de sí es uno de los mejores estados mentales para emprender prácticamente cualquier tarea de la vida. Cuando te conoces, cuando sabes qué habita en tu interior, qué patrones de pensamiento y conducta has repetido a lo largo de tu vida (y cuál es su origen), cuando sabes por qué reaccionas como reaccionas en tu cotidianidad, hay una oportunidad de hacer las cosas de manera diferente.

 

Usualmente tenemos la idea de que la terapia está reservada para personas con “problemas” personales o emocionales. Hay quienes piensan incluso que sólo las personas “débiles” acuden con un profesional de la psique. Estos, sin embargo, son prejuicios nacidos casi siempre de la ignorancia.

 

La terapia puede mirarse como el mismo tipo de asistencia que buscaríamos si quisiéramos resolver una situación relacionada con nuestra salud. Si nos parece muy normal salir a correr o acudir al gimnasio para mantener nuestro cuerpo en condiciones óptimas, ¿por qué atender nuestra mente llega a parecer tan extraordinario?

 

Dado que la meditación es, en principio, poco sencilla para la mayoría de las personas, la terapia psicológica puede ser una buena opción para conocer y desenredar esos patrones mentales que están bloqueando nuestro desarrollo o que nos impiden alcanzar nuestros propósitos.

 

En este sentido, la terapia psicoanalítica es la más favorable a ese objetivo, pues dado que está basada en el conocimiento del inconsciente que habita un sujeto, uno de sus resultados puede ser, efectivamente, que una persona se conozca mejor en todos sentidos, incluidas las trabas con las que se sabotea a sí misma. 

 

Con el trabajo subjetivo adecuado, una mejora en la atención y la concentración puede ser un efecto de la terapia psicoanalítica.

 

¿Qué te parece? ¿Tú has probado con éxito alguna otra forma de mejorar tu atención? No dudes en compartirnos tu experiencia en la sección de comentarios de esta nota o a través de nuestros perfiles en redes sociales: tu aportación puede ser útil para alguien más.

 

Puedes seguir al autor en su cuenta de Twitter.

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