La producción y distribución de los alimentos que consumimos es responsable de más del 20% de los gases de efecto invernadero (GEI) que se producen a nivel mundial, entre ellos el dióxido de carbono o CO2. Es decir, elegir productos cuya huella de GEI sea menor no sólo nos garantiza una alimentación más fresca y saludable sino que contribuye a frenar el cambio climático. A este tipo de régimen alimentario eco consciente se le conoce como dieta baja en CO2 y es una de las mejores formas en que podemos contribuir, individual y colectivamente, a combatir el calentamiento global.
Para que te des una idea de cómo la diferencia entre un platillo bajo en CO2 y uno alto es realmente impresionante, Laura Stec y Eugene Cordero, en su libro Cool Cuisine: Taking the Bite Out of Global Warming, ponen como ejemplo el mismo platillo preparado con vegetales, pollo y carne roja: la versión con vegetales emite 3.013 gramos totales de CO2; el mismo platillo pero con pollo, 5.520 gramos; y, por úlitmo, con carne, 15.692 gramos. Según los autores, la diferencia entre el plato de vegetales y el de carne es casi igual a la cantidad de CO2 emitida por un automóvil a lo largo de 56 kilómetros.
Si estás pensando en adoptar una dieta baja en CO2, te dejamos algunas recomendaciones que puedes adoptar la próxima vez que hagas tus compras:
Además, en este sitio encontrarás una calculadora ecológica que calcula la huella de CO2 de tus alimentos, por si tienes alguna duda.