La reciente explosión en la microbiología relacionada al descubrimiento de la enorme complejidad e importancia de la microbiota (los microorganismos que conforman un ecosistema interior) y sus genes asociados (el microbioma) ha mostrado que a la par que estamos en una crisis ecológica mundial externa, estamos inmersos en una crisis ecológica interna.
Recientemente un grupo de microbiólogos italianos comparó los microbios intestinales de jóvenes de Burkina Faso con aquellos de jóvenes de Florencia. Los pobladores de una aldea de Burkina Faso mostraron tener mucho mayor diversidad microbial pese a que su dieta está limitada a menos alimentos (pero estos son ricos en fibras solubles que provienen de plantas). La microbiota de los italianos, pese a su dieta occidental más variada, mostró mucho menos diversidad.
Lo anterior es importante, ya que si bien los científicos no han logrado determinar exactamente los microorganismos encargados de las funciones asociadas con un mejor metabolismo, sistema inmune y función metabólica --sí se sabe que algunas bacterias de nuestro organismo son preponderantes en estas funciones y que una mayor diversidad está asociada con un mejor funcionamiento. Algo similar ocurre con un ecosistema en la Tierra, cuando existe más diversidad se puede decir que ese ecosistema tiene mejor salud.
Mientras que la mayoría de nosotros comparte más del 99% del mismo material genético, las diferencias en nuestros microorganismos y en el llamado microbioma humano son mucho más sustanciales. Los científicos creen que estas diferencias pueden ser importantes en definir si nos enfermamos o no -especialmente de muchas enfermedades modernas como la diabetes, el autismo, la depresión, el intestino irritable, el reflujo y muchas otras.
Microbiólogos, como Justin Sonnenburg de la Universidad de Stanford, teorizan que la dieta occidental, abundante en grasas y azúcares refinadas y deficiente en fibra, está horadando nuestra microbiota. A esto se le suma, el abuso de antibióticos y el incremento en nacimientos por cesárea y podemos hablar ya de una crisis microbiótica cuyas consecuencias no podemos predecir del todo.
Lo cierto es que el mal estado de nuestra microbiota (la antes llamada flora intestinal) tiene que ver con un desequilibrio en nuestra alimentación y estilo de vida: el exceso de alimentos procesados, fármacos y la falta de contacto con la tierra (y las bacterias que han coevolucionado con nosotros). Así que consideremos la posibilidad de que el desequilibrio y la crisis ecológica que vemos afuera está también ocurriendo adentro.