Entre las diversas dietas que existen, como la paleolítica, cetogénica, alcalina, mediterránea, macrobiótica, vegana, vegetariana y detox, está también la llamada dieta del tipo sanguíneo, la cual surgió hace poco más de 2 décadas y está basada en las investigaciones del doctor Karl Landsteiner, médico austriaco que en 1909 consiguió identificar los cuatro grandes grupos sanguíneos: A, B, AB y O, descubrimiento que le valió el Premio Nobel de Medicina en 1930.
Los planteamientos de Landsteiner respecto a los tipos de sangre fueron retomadas por el doctor James D’Adamo, un médico alópata neoyorquino que tenía una especialidad en medicina naturista. Sin embargo, aunque él sentó las bases para explicar las dietas basadas en el tipo de sangre, fue su hijo, Peter D’Adamo, quien profundizó y amplió las investigaciones al respecto.
Así, la dieta del tipo sanguíneo se dio a conocer y empezó a ganar adeptos a partir de 1996, con la publicación del libro Eat Right 4 Your Type (traducido como Los grupos sanguíneos y la alimentación), escrito por Peter D’Adamo, el cual se convirtió en un bestseller y en la actualidad es todavía muy popular.
En este libro, D’Adamo afirma que la dieta ideal para cualquier persona depende de su tipo de sangre, ya que esta característica hace que el organismo requiera mayores o menores cantidades de ciertos nutrientes y, a la par, excluir algunos alimentos para el óptimo funcionamiento del cuerpo y sus órganos.
Este planteamiento se basa en la teoría de que cada tipo de sangre representa rasgos genéticos de los antepasados de la humanidad, entre los que se encuentra la dieta que mantuvieron para evolucionar.
Esta dieta propone que existen alimentos beneficiosos y perjudiciales para cada persona, de acuerdo con su tipo sanguíneo. Su objetivo es reducir el estrés y la inflamación que se producen en el cuerpo al comer alimentos que pueden afectar negativamente la salud intestinal natural.
Para ello, D’Adamo clasificó los alimentos como benéficos, neutros y no recomendables, en relación a los cuatro grupos sanguíneos.
Los benéficos son los que además de nutrir, tienen una acción antioxidante, antimutante y anticancerígena. Los neutros cumplen un rol meramente nutritivo, mientras que los no recomendables son aquellos que contienen sustancias no digeribles por los individuos de cada grupo sanguíneo, pues al consumirlos se provoca una reacción del sistema inmune que intenta eliminarlos.
Las características y necesidades alimenticias de cada grupo sanguíneo, según las investigaciones de D’Adamo, son las siguientes:
Es el grupo de sangre más primitivo del planeta. Quienes lo tienen, cuentan con un sistema digestivo resistente, pero poco tolerante a los cambios radicales en la dieta.
Aunque poseen un sistema inmunológico activo, son propensos a sufrir alteraciones inflamatorias, enfermedades autoinmunes, artritis, asma y obesidad.
Debido a las características de los ancestros cazadores, las personas que poseen este tipo de sangre necesitan consumir una mayor cantidad de carne magra. La que se recomienda evitar es la de cerdo, así como los embutidos, las carnes frías y los alimentos preparados en salmuera, como las verduras enlatadas o en conserva.
Pueden consumir pescados y mariscos, excepto pulpo, salmón ahumado, caviar y pescado seco. Su alimentación también debe incluir frutas y verduras en abundancia, pero deben reducir el consumo de coliflor, col de Bruselas, berenjenas y papas.
En cuanto a los lácteos como leche, crema y yogurt, su consumo debe ser limitado, al igual que en el caso del huevo. Pero sí pueden consumir mantequilla, quesos frescos y quesos de soya. Finalmente, deben eliminar todo producto que contenga trigo y limitar aquellos con maíz o cereales.
De acuerdo con estos planteamientos, las personas con este tipo de sangre se sentirán mejor al seguir una dieta rica en proteínas y baja en carbohidratos, como la paleolítica o la cetogénica.
Una recomendación importante para este grupo sanguíneo es realizar suficiente actividad física (antiguamente, los cazadores debían desplazarse en busca de las presas y realizar un esfuerzo físico para atraparlas). Esto, además de ayudarles a estar en forma y desarrollar la masa muscular, les hace sentir más energía y evita el estrés.
Este grupo de sangre es el segundo más antiguo y corresponde a la segunda actividad que empezaron a realizar los humanos en la prehistoria: la agricultura, lo cual, además de su alimentación, cambió sus hábitos cotidianos.
Quienes poseen este tipo de sangre deben basar su dieta en frutas, cereales, legumbres y verduras. Productos como la soya, las semillas oleaginosas y los frutos secos son benéficos para su organismo, pero deben evitar la nuez de la India y los pistaches.
El pescado se puede consumir con moderación, mientras que alimentos como carnes, embutidos, leche y productos lácteos se deben evitar o restringir al mínimo.
En pocas palabras, el grupo sanguíneo A está más encaminado hacia una dieta vegetariana basada en productos orgánicos, pues las personas con este tipo de sangre a menudo se sienten cansadas si comen demasiada carne, sobre todo si es roja.
En lo que a actividad física se refiere, no requieren tanta intensidad en el ejercicio, así que su organismo reacciona favorablemente a disciplinas como yoga, tai chi, ciclismo, natación y senderismo o caminatas.
Quienes pertenecen a este grupo sanguíneo poseen un sistema inmunológico muy fuerte y tienen un sistema digestivo tolerante.
Además, su organismo es capaz de quemar grasa y perder peso mediante el equilibro entre la actividad física y la mental. En el lado negativo, son propensos a padecer enfermedades autoinmunes.
Se les recomienda consumir abundantes frutas y verduras de hoja verde, así como toda clase de pescados, pero no mariscos, particularmente camarones, cangrejos, langosta, ostras, almejas, pulpo, anchoas y anguila.
Su dieta puede incluir huevos y productos lácteos (es el único grupo sanguíneo que los tolera bien), pero deben restringir los alimentos elaborados a base de trigo y maíz, así como limitar el consumo de semillas y frutos secos.
Su actividad física debe ser moderada y equilibrada, con ejercicios aeróbicos como bicicleta, running, tenis o natación, y el yoga también les sienta bien.
Las personas que se encuentran en este grupo se caracterizan por tener un sistema inmunológico muy tolerante, y aunque su sistema digestivo es sensible, tienen la capacidad de adaptarse fácilmente al entorno.
Son quienes mejor responden ante el manejo del estrés y buscan expresar su energía física a través de actividades creativas.
Para alimentarse adecuadamente, deben evitar el consumo de carnes rojas pero incluir en su dieta pescados y mariscos, así como lácteos, frutas (en especial ciruelas, uvas, piñas y bayas), tomate y aceite de oliva.
Entre los productos que se les recomienda evitar están el vinagre, los alimentos encurtidos o en conserva, la pimienta, el café, los cítricos y el alcohol.
Por último, para este tipo de sangre se recomiendan las actividades físicas y deportivas cuyo esfuerzo sea moderado, ya que su organismo no requiere demasiada intensidad al ejercitarse.
Como puedes ver, la principal ventaja de estas cuatro dietas está en que se basan principalmente en alimentos saludables y naturales, pues no incluyen comida procesada ni alimentos con grasas, harinas o azúcares refinados, lo cual es muy benéfico para la salud.
Si te atrae la idea de empezar a llevar un régimen alimenticio basado en las recomendaciones para tu tipo de sangre, recuerda consultarlo primero con tu médico o nutriólogo para que te ayude a adaptar dicha dieta a tus necesidades nutrimentales de acuerdo con tu edad, peso y actividad física.
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Con información de Fundación UNAM