Es muy probable que últimamente te sientas atrapado en medio de un bombardeo de información constante sobre todo tipo de regímenes alimenticios y sus ventajas para la salud. Esta ola healthy puede ser confusa si no tienes claras las características de las distintas dietas y la ideología que hay detrás de ellas. ¡No te preocupes!
Descubre lo básico de cada dieta, para que puedas entender cuál se podría adaptar a tu estilo de vida, gusto gastronómico y, sobre todo, cuál es la que te haría sentir mejor.
El movimiento del veganismo crece a pasos agigantados, y es que no sólo se trata de una preferencia a la hora de comer, sino que abarca muchos aspectos de la vida. Esta filosofía defiende los derechos de los animales (a vivir, a ser felices) y trata de evitar su sufrimiento por sobre todas las cosas. Así que, en esencia, seguir este tipo de dieta significa no consumir productos animales de ningún tipo, desde lo más obvio como la carne, el pescado, la miel, los huevos y los lácteos, hasta aquello que no nos viene a la mente a la primera, como comprar pieles (zapatos, abrigos, ropa o bolsas).
Los alimentos que se ingieren bajo este régimen son verduras, frutas, legumbres (como fuente de proteína principal), frutos secos, cereales, hortalizas, tubérculos, brotes y leches vegetales (avellana, almendra, coco, arroz, avena y soya). Es recomendable tomar un suplemento de vitamina B12, pero si aprendes a equilibrar tu dieta correctamente, no tendrás problema.
Por lo general, las personas que eligen este estilo de vida lo hacen por amor y compasión hacia los otros seres que habitan la Tierra. Sin embargo, hay quienes lo hacen simplemente por salud o incluso por el planeta. Según AnimaNaturalis Internacional, la industria agrícola y ganadera es responsable de aproximadamente el 50% de las emisiones de CO2, causantes del calentamiento global.
Aunque es parecida a la anterior, su diferencia radica en que las personas que se decantan por este tipo de alimentación se limitan a evitar las carnes y los pescados, pero consumen otros productos de origen animal como huevo, queso, leche, miel y mantequilla.
En este caso las frutas y las verduras también juegan un papel fundamental, pero cubrir las necesidades proteicas resulta relativamente más sencillo a través del huevo y la leche. De cualquier forma, se recomienda consumir legumbres y cereales de manera regular.
Según la Asociación Americana de Dietética (ADA), una dieta vegetariana correctamente planeada es apta para todas las etapas de la vida, como la niñez, el embarazo y la lactancia. Por si aún te quedaba duda: no, los vegetarianos y los veganos no solamente comen lechuga. Hay muchísimas recetas deliciosas y con una gran variedad de ingredientes que puedes probar, incluso si te consideras carnívoro.
El concepto es el de “regreso al origen”, donde se comían alimentos vivos, crudos, frescos, orgánicos y enteros. No sólo se elimina el consumo de animales sino también de azúcares refinados, gluten, farináceos, alimentos procesados, edulcorantes y transgénicos. Es decir, este es el sueño de la agricultura ecológica, 100% libre de aditivos químicos, pesticidas y fertilizantes.
Tal vez te parezca complicada la parte de que todo sea crudo, pero hay una buena razón para ello. Resulta que, al cocinarlos a más de 40 grados centígrados, los alimentos pierden sus vitaminas y minerales. Así que ya sabes: nada de freír, asar, hervir y hornear a altas temperaturas. Si sigues estos lineamientos con al menos 70% de todo lo que comes, te puedes considerar raw o crudivegano.
También se conoce como la dieta de la edad de las cavernas, aquel espacio de tiempo en el que los primeros humanos eran cazadores y recolectores, y tenían una profunda conexión con la naturaleza. En esta dieta se suprimen las legumbres, los lácteos, los cereales, los azúcares, y en general los alimentos procesados, el alcohol y los almidones.
La base de este régimen son las frutas, las verduras, los pescados, las carnes magras (constituidas casi en su totalidad por fibras musculares y apenas algo de grasa), las semillas y las grasas saludables. Muchos deportistas llevan esta dieta, pues te mantiene delgado, fuerte y con energía. Algunos de sus detractores defienden que el consumo de legumbres y cereales es básico para el desarrollo físico y mental.
Se trata de alterar tus hábitos alimenticios según tu tipo de sangre para reflejar las reacciones naturales de tu cuerpo a la comida y al estrés (idealmente reducir la inflamación en el proceso), además de medir la susceptibilidad a ciertas enfermedades. Este novedoso método fue diseñado por el estadounidense Peter D'Adamo.
Para el tipo de sangre A, te conviene llevar una dieta más vegetariana, (suprimir sobre todo la carne roja) e incluir productos orgánicos como el jengibre y los arándanos. Si en cambio tienes tipo O, te beneficiarás con una dieta rica en proteínas, con un lugar especial para la carne de cordero, las frutas como la piña y las verduras como el brócoli y las espinacas. En el caso del tipo B, te conviene evitar el pollo, así como dar la bienvenida al pescado y la col rizada.
Actualmente hay muchos mitos sobre “lo peligroso” que puede resultar salir de lo que se conoce como la alimentación normal o tradicional. Lo más importante es que, sin importar cuál dieta escojas, siempre lo hagas con la supervisión de un profesional y accedas a toda la información que te sea posible. Escucha a tu cuerpo y trátalo con todo el amor que merece.