De acuerdo con la OMS, el 82% de los padecimientos que acechan a la población son provocados por una mala alimentación. Asimismo, los nutriólogos han estudiado los efectos biológicos y físicos de diversos tipos de dietas en las personas y han comprobado que no existe un régimen específico que sea ideal para todos, sino un criterio universal que define qué alimentos debe incluir nuestra alimentación diaria para garantizar que se cubran las necesidades calóricas y nutrimentales de los individuos para que se mantengan sanos. Esto puede definirse como alimentación positiva, una fusión entre nutrición, salud y consumo de alimentos verdes (no procesados y orgánicos).
El principio de la alimentación positiva promueve el consumo de una dieta variada en la que la gente se eduque en la preferencia por alimentos naturales, los cuales están libres de las consecuencias negativas que trae la adición de químicos, conservadores y sabores artificiales. Además, los alimentos naturales están libres de sales, grasas y azúcares añadidos, y aportan mayor cantidad de nutrientes por provenir directamente del campo o las granjas. Esta vuelta a lo rural fomenta el equilibrio medioambiental que se pierde con la producción en masa en las grandes fábricas. Asimismo, está a favor del desperdicio 0, ya que elimina el uso de empaques y el desecho de productos excedentes que caducan y se tienen que retirar de los anaqueles para ir directamente a la basura.
Aunado a ello, fomenta el equilibrio económico en el que se reconstruye el puente del campo al mercado y a la mesa, dando así importancia a cada persona que participa en la cadena de producción alimentaria. En otras palabras, la nutrición positiva destaca la sostenibilidad, el consumo ético y la valoración y conservación del trabajo en el campo.
Optar por una nutrición positiva no implica hacer una dieta o sacrificar gustos, pues en sí misma es una alimentación saludable. A la par, el consumo de productos naturales previene enfermedades cardiovasculares, cáncer, padecimientos pulmonares y diabetes, gracias a la ingesta de vitaminas, minerales y antioxidantes. Reduce problemas de presión arterial porque conlleva el consumo de menos sodio y elimina el riesgo de padecer colesterol alto por el consumo de grasas saturadas (ambos comúnmente añadidos a los productos procesados).
Aunado a ello, favorece la pérdida de peso pues limita el consumo excesivo de calorías. Lo mejor de todo es que una nutrición positiva es una práctica que se puede mantener a lo largo de toda la vida. Elimina la necesidad de obsesionarse con las listas de ingredientes y las tablas nutrimentales de los productos y nos permite dar más variedad a nuestros platos, ya que simplemente requiere reeducarnos como consumidores para optar por las opciones más frescas y naturales disponibles.