Ante todo debemos pensar en los seres humanos que perdieron la vida, a un ser querido o su casa por el sismo. Aunado a ello, no debemos olvidarnos de los animales que fueron afectados, y de nuestro bienestar emocional que en estos momentos continúa roto. Pero existe otro tipo de pérdida, la de monumentos históricos, que conlleva una importante afección a comunidades enteras, y ello sin mencionar que representa una desaparición significativa de parte del legado arquitectónico y artístico de México.
Los inmuebles y monumentos históricos son símbolos de identidad de los habitantes de una comunidad. En muchos casos, los templos y conventos siguen rigiendo el sentido de vida de algunos pueblos. Ahí se organizan y llevan a cabo rituales, fiestas que unen a los habitantes y celebraciones que conmemoran acontecimientos significativos en el transcurso del año. Sin ellos, las personas pierden ese espacio en el que conviven con vecinos, familiares y otros miembros de su comunidad con quienes a través de esos rituales, fiestas y celebraciones, establecen relaciones que permiten cohesionar a la sociedad.
Más allá de cuestiones de culto religioso, la mayoría de los inmuebles históricos tiene una importante función como atractivo turístico. Éstos atraen a visitantes y activan la economía de los pueblos además de favorecer la apropiación de los espacios, evitando así que esos lugares se conviertan en sitios inseguros. Basta con pensar en la Ruta de Conventos de Morelos. Algunos de los templos y conventos destruidos en el terremoto son la razón de ser del turismo en ese estado. Sin ellos, algunos pueblos dejan de tener un patrimonio cultural que puedan ofrecer como atractivo turístico para los visitantes. Esto significa que muchas personas para las que el turismo representa una fuente de ingreso –artesanos, restauranteros, custodios, guías de turismo, etc.– acaban de perder su trabajo y tendrán que buscar otro, probablemente teniendo que abandonar su pueblo y a su comunidad. Como consecuencia, se puede generar la desaparición de pueblos enteros y violencia.
Aunado a lo anterior, los edificios históricos conforman parte del patrimonio histórico inmueble del país, aquel que representa los estilos arquitectónicos de nuestro pasado, el que da cuenta del sincretismo entre las culturas prehispánicas y la española, y el que nos dice de dónde venimos y por qué somos de la manera que somos en el presente. A estos edificios se suman los museos que resguardan otra parte importante del patrimonio de México. Sin ellos, no podemos conocer la vida cotidiana pasada en nuestro país, así como su representación en el arte. Debido a esto, al perder nuestro patrimonio histórico perdemos nuestros recuerdos como sociedad; nos queda un vacío y una sensación de desarraigo que no nos permite identificarnos como parte de algo, como habitantes de un gran hogar que es México. Lo que es más, sin memoria es más difícil el aprendizaje y, si algo es indispensable en estos momentos, es ser capaces de grabar en nosotros el recuerdo de estos días de crisis y aprender de ellos. Solamente así podremos adoptar medidas de evacuación más seguras; establecer reglamentos de construcción más meticulosos; exigir el uso adecuado y transparente de recursos gubernamentales destinados a fines de conservación del patrimonio histórico y cultural del país; y, sobre todo, no olvidar a los que se fueron, agradecer a los que ayudaron y no abandonar hoy, mañana, ni después, a los que se quedaron sin nada.