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El poder de simplificar para educar mejor

Febrero 21, 2018

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La simplificación en la educación de los hijos a menudo consiste en hacer menos y confiar más. Aquí los tres pasos clave que pueden guiarte para criar niños felices, tranquilos y seguros.

 

1. ¿Por qué simplificar?

> POR RESPETO A LA ETAPA DE LA NIÑEZ. Caer en la educación del “demasiado”: demasiadas clases y cosas, demasiadas elecciones, demasiada información y demasiada velocidad, para tener un hijo “perfecto”, hace que un niño viva presionado, yendo de una clase a otra, pasando horas en un coche, viendo en la tele y leyendo en el iPad información que no siempre es la adecuada para él, y todo, todo, siempre con prisas. El resultado: un pequeño estresado, frustrado y desubicado, que parece estar brincándose la etapa de la niñez, con poco tiempo para el juego libre, con tal de alcanzar las metas que los padres le imponen para ser competitivo en un futuro.

 

> CÓMO SIMPLIFICAR. Como arquitectos de familia, los papás pueden añadir más espacio (tiempo libre y de ocio) y gracia (ambiente quieto, relajado) y eliminar un poco de velocidad y desorden en la vida diaria del hijo, para que éste explore su mundo de la manera y a la velocidad que a él le funcione mejor. Sigue leyendo los pasos 2 y 3.

 

 

2. El ambiente idóneo para un niño

> MENOS TIEMPO ESTRUCTURADO, MÁS ESPACIO PARA LA CALMA Y EL JUEGO PROPIO. Con la cantidad de estimulación que los niños ya tienen en el día a día, no conviene sobrecargarlos en casa con muchos juguetes, más ruido, más distracciones... Llegar a casa por la tarde, después de la clase de natación o música, debe ser un momento placentero, donde el tiempo pasa más lentamente, y visualmente el pequeño no se siente sobreestimulado (no tele, no espacios atiborrados de juguetes), donde se permite y honra el juego y la exploración, donde una sensación de calma y seguridad se apodere de él y sienta que finalmente llegó al lugar que ama, su hogar. Ahí donde tiene toda la atención, protección y aprecio de sus papás.

 

> CÓMO LOGRAR ESTE AMBIENTE. Haz de la habitación del niño o su cuarto de juego un lugar con apariencia relajante para los sentidos (colores y luz tenues) y abierto, con espacio para que se mueva, juegue, dibuje y construya. Permite que se aburra y encontrará aquello con qué crear eso que empieza a imaginar; él solo irá explorando y definiendo lo que desea hacer. Aprovecha este momento de calma para descubrir quién es tu hijo, qué le gusta, qué imagina. Como padre, tu atención también se expandirá y la conciencia que tienes de tu hijo se intensificará.

 

 

3. Ritmo de vida ideal

> ¿RITMO? ¿CÓMO? ¿Si papá y mamá trabajan? ¿Si son dos o tres niños con actividades y horarios diferentes? Suena imposible, pero no lo es; aquí hablamos del ritmo en la vida del hogar, de la vida cotidiana: las comidas, el baño, la hora de dormir… Las pequeñas cosas que se hacen a diario y que crean seguridad y calma en el pequeño.

 

 > CÓMO ALCANZAR ESE RITMO. Al rodear a tu hijo de un sentido de ritmo y ritual en estos momentos del diario le ayudas a ordenar su visión emocional, intelectual e incluso física de su entorno. Conforme él llegue a entender, con regularidad, que “esto es lo que hacemos”, sentirá la tierra firme bajo sus pies, una plataforma para su crecimiento. La actividad repetitiva de cada mañana (el desayuno en familia), cada noche (el baño con los hermanos y la cena en familia) o cada sábado que hacen juntos como familia, los conecta y significa que se importan los unos a los otros. Una vida rítmica en casa tiene un patrón y un flujo que se convierten en el templo de seguridad y paz entre las cansadas y agobiantes rutinas del día.

 

Fuente

Crianza con simplicidad, de Kim John Payne

 

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