George Gurdjieff llevó una de las vidas más extraordinarias y, sin lugar a duda, fue uno de los grandes maestros espirituales del siglo XX en Occidente, y también uno de los más polémicos.
Muchas cosas se pueden decir acerca de Gurdjieff, pero es evidente que fue un hombre de una enorme disciplina, de una formidable capacidad creativa y de una personalidad magnética.
Las descripciones de la impresión que dejó Gurdjieff en sus alumnos –entre ellos, algunas luminarias del mundo del arte– coinciden en haber encontrado en él una cualidad "energética" de su persona, un efecto poderoso pero inefable. Rasgo esencial este que siempre se encuentra en un auténtico maestro espiritual.
Una de las cosas que marcó a Gurdjjieff fue su educación. Tuvo un padre extraordinario, que desde pequeño le despertó un interés por el conocimiento y la valentía. Una de las prácticas con las que su padre lo educó fue arrojando escorpiones en su cama. A lo largo de su vida, Gurdjieff conoció a numerosos "hombres notables", el primero de los cuales fue su padre.
En el que quizá sea su libro más accesible, Encuentros con hombres notables, Gurdjieff relata su experiencia bajo la tutoría del padre Bosch, una autoridad espiritual en la zona donde él vivía, en Armenia, en la época conquistada recientemente por Rusia.
En conversaciones con el padre de Gurdjieff, el padre Bosch distinguió los siguientes puntos como la instrucción fundamental de todo niño:
Como vemos, algunos de estos puntos tienen una clara inclinación espiritual, pero tomados en su conjunto abarcan toda la dimensión humana. Según Gurdjieff, con estas instrucciones se asegura que un niño se convierta en "una persona responsable y no en un parásito".
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