En la época de los abuelos y bisabuelos, lo normal era que las familias fueran numerosas. Ahora las cosas han cambiado y muchas familias deciden tener sólo un hijo, mientras que cada vez son más las personas que expresan abiertamente que su proyecto de vida no incluye tener hijos.
Sin embargo, a pesar de los cambios en los ideales de familia y de realización personal, aún existe la presión social social y familiar para procrear, sobre todo hacia las mujeres.
En algunos sectores de la población con ideologías conservadoras más arraigadas se tiene la idea de que, para la mujer, ser madre es más una obligación que una elección; e incluso se ejercen discursos violentos y discriminatorios hacia quienes postergan la maternidad o deciden no ser madres.
Por ejemplo, en el ámbito médico, a pesar de tratarse de profesionistas preparados, entre muchos doctores, enfermeras y enfermeros existen ideologías misóginas y machistas que conducen a la práctica de la violencia obstétrica y a la emisión de comentarios cargados de juicio, como cuando se dice que “útero que no da hijos, da tumores”.
Este tipo de discriminación hacia las mujeres que deciden no ser madres se da incluso cuando la tasa de natalidad en México ha disminuido de 6.9 hijos por mujer en la década de los 60, a 4.8 hijos en la década de los 80, luego a 2.6 hijos en el 2000, y finalmente a 1.9 hijos en 2020, de acuerdo con datos del del Instituto Nacional de Estadística y Geografía.
En la decisión de ser madre o no y de cuántos hijos tener influyen muchos factores culturales. Por ejemplo, la Ciudad de México tiene el nivel de escolaridad y profesionalización más alto del país, lo cual se refleja en las cifras más bajas de natalidad. Mientras en la Ciudad de México la tasa es de 1.2 hijos por mujer, en Chiapas es de 2.7, y en Guerrero de 2.3.
Por otro lado, el descenso en las tasas de natalidad es una tendencia general en la sociedad occidental. Las causas son múltiples: los movimientos feministas que han promovido un entendimiento distinto del papel de la mujer en la sociedad, la divulgación y uso de diversos métodos anticonceptivos, así como el incremento de la escolaridad de la población en general.
Mientras más educación tienen las personas y conforme más grados escolares avanzan, sus proyectos de vida suelen enfocarse más hacia su crecimiento profesional y laboral, por lo que postergan la maternidad o paternidad, e incluso, en muchos casos, al crecer y madurar descubren que los hijos no son lo suyo y deciden no tener descendencia.
En el caso específico de las mujeres, aquellas con un mayor nivel académico suelen tener menos hijos, postergan la maternidad hasta varios años más tarde, o definitivamente deciden no tener hijos. En contraste, aquellas con escolaridad primaria suelen tener al menos dos hijos y se vuelven madres más jóvenes, lo que tiene como consecuencia que dejen de estudiar y se queden en ese nivel de escolaridad básico.
Precisamente ese es uno de los motivos por los que muchas mujeres deciden postergar la maternidad conforme más estudios tienen, o al concluir una carrera y salir al mundo laboral, porque saben que al tener hijos será más complicado escalar en lo escolar y laboral.
Y es que, si bien ser madre no es un impedimento para realizar actividades, terminar una carrera, ejercer una profesión o tener éxito laboral, sí hay muchos prejuicios en algunos sectores para contratar a las mujeres que tienen hijos, debido principalmente al tiempo que demanda su cuidado y al temor de que se ausenten por cuestiones escolares o de salud de sus hijos.
En sociedades como la mexicana está muy arraigada la idea de que las mujeres “nacieron para ser madres”, y aunque actualmente se impulsa que la maternidad debe ser una elección, la decisión de postergarla o no incluirla en el proyecto de vida es algo que todavía está mal visto o se estigmatiza, tanto en la misma familia como en la sociedad en general.
Por ello es necesario romper con ideas como las del instinto materno, el reloj biológico que tarde o temprano guiará hacia la concepción, así como la idealización del ser madre, pues tanto los medios de comunicación como diversos productos culturales muestran a la maternidad como un ideal y fomentan la idea de que “no hay nada más hermoso que ser mamá”, así como la creencia de que una mujer que no tiene hijos es una mujer incompleta.
Aun en la actualidad, la decisión de no ser madre se atribuye a que algo no funciona bien con la mujer que así lo desea y, aunque no sea algo totalmente expreso, sí se da una especie de castigo o discriminación hacia quenes eligen un modo de vida libre de hijos. Se les tacha como solteronas o “las que nadie quiso”, se les dice que se quedarán solas y que nadie verá por ellas en su vejez, entre muchas otras cosas.
A pesar de los avances que se han dado en este tema, la sociedad en su conjunto todavía no es capaz de concebir que las mujeres puedan ser plenas, sentirse felices y desarrollarse completamente, sin tener que ser mamás.
Pero aunque la sociedad no lo crea posible, las mujeres deben saber que sí lo es y que si su decisión es llevar un proyecto de vida en el que los hijos no tienen cabida, es totalmente válido y respetable. Porque siempre la maternidad debe ser deseada, no debe darse por imposición, por presión o porque la idea de que es una obligación hacerlo.
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