Un poco de gel en los hombros podría ser parte de la rutina matutina de los hombres, y este producto se usaría junto a la pasta dental, el desodorante y el gel o crema en el cabello para peinar.
Michael Medrano lo describe como la textura del gel desinfectante de manos, lo aplica con un masaje en la piel y es el único anticonceptivo que usará con su esposa Julia por 1 año y medio, como parte de un ensayo clínico.
Este gel contiene testosterona y progestina, un compuesto hormonal que suprime la producción natural de esperma. Julia, feliz de sentirse aliviada de la carga de administrar el control de natalidad de la pareja, estuvo de acuerdo en participar en este protocolo. Ella dejó de usar un tratamiento hormonal que la hacía subir de peso, además de que cambiaba su humor drásticamente.
Se trata de una de las investigaciones más grandes sobre anticoncepción hormonal masculina: participan alrededor de 400 parejas en nueve ciudades de todo el mundo. Al igual que Medrano, los hombres usarán el gel en lugar de otros anticonceptivos, mientras que los investigadores controlan el conteo de espermatozoides y cualquier efecto secundario imprevisto.
Si el gel llega al mercado, se convertirá en el primer anticonceptivo hormonal para los hombres, más de medio siglo después de la aprobación de la primera píldora anticonceptiva para las mujeres.
Este es un gran avance para la ciencia, pero tiene diversas complicaciones científicas, sociales y burocráticas. El prometedor gel se llama NES/T, lleva más de 1 década en desarrollo y es un proyecto a cargo del Instituto de Investigación Biomédica de Los Ángeles y la Universidad de Washington.
Ahora los investigadores sólo necesitan estudiar cómo funciona con Medrano y las otras parejas, con la esperanza de probar que el control de la natalidad hormonal masculino finalmente puede salir del laboratorio y formar parte de la vida de millones de hombres en todo el mundo.
La anticoncepción masculina hormonal tiene una historia larga. Comenzó en 1957, en el laboratorio de Gregory Pincus, un endocrinólogo que se hizo famoso al estudiar los efectos de las hormonas en las enfermedades cardiacas y la esquizofrenia.
En 1951, alentado por su amistad con la activista feminista Margaret Sanger y un apoyo de la Federación de Planificación de la Familia de América, Pincus comenzó a investigar cómo las hormonas podían manipular el ciclo menstrual de la mujer y evitar la ovulación. Encontró que la combinación de estrógeno y progestina servían para ese propósito. En 1960, la FDA aprobó su uso como anticonceptivo, que pronto se conocería simplemente como la píldora.
Mientras realizaba la investigación que lo llevó a la píldora, Pincus también esperaba crear un análogo para los hombres. Parecía que, así como la progestina podía alterar el ciclo natural de la mujer, también podría interrumpir la producción natural de esperma. Él y otros investigadores pusieron esta hipótesis a prueba a fines de los años 50 para ver si podían hacer que los hombres fueran temporalmente estériles. Los resultados no fueron concluyentes.
Margaret Sanger y Katherine McCormick, mujeres que financiaban la investigación, no estuvieron de acuerdo en eso, lo querían sólo para mujeres. Con el tiempo, el interés en el control masculino de la natalidad disminuyó, eclipsado por el éxito abrumador de la píldora. Pero algunos investigadores continuaron su trabajo. Diversos institutos de salud apoyaron ensayos clínicos a lo largo de la década de 1970, seguidos de estudios multinacionales patrocinados por la Organización Mundial de la Salud en la década de 1990.
Se ha comprobado que la progestina frena la producción de esperma. La testosterona está ahí para equilibrar sus efectos secundarios, como la pérdida de la libido, la caída del cabello o la fatiga. Christina Chung-Lun Wang, investigadora de Los Angeles BioMed e investigadora principal en los ensayos clínicos de NES/T, dice que métodos anticonceptivos masculinos similares se han probado desde la década de 1970, con resultados positivos: "Por lo tanto, el objetivo ahora es encontrar una combinación que sea igual de eficaz pero con mínimos efectos secundarios".
La fertilidad de una mujer es cíclica, de una sola evolución, pero en los hombres, la producción de esperma es continua. "En una eyaculación, hay millones de espermatozoides, de 15 a 200 millones por mililitro", dice Wang.
Los investigadores encontraron que el recuento de espermatozoides de un hombre no necesita reducirse a cero: alrededor de 1 millón de espermatozoides por mililitro de eyaculado es lo suficientemente bajo como para considerarse anticonceptivo.
La combinación de testosterona y progestina puede lograr esa reducción mientras el hombre utiliza este método, y cuando deja de hacerlo, sus recuentos de esperma vuelven a la normalidad. El mayor desafío es lograr que las compañías farmacéuticas se interesen lo suficiente como para financiar la investigación y el desarrollo del anticonceptivo.
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Los hombres nunca han sentido presión ni han exigido más opciones para el control de la natalidad. Tampoco está claro si los hombres tomarían una píldora anticonceptiva; algunas encuestas muestran que los hombres son reacios, mientras que otras sugieren lo contrario.
El sentimiento más generalizado podría ser la apatía, un sentimiento de complacencia porque las mujeres están a cargo del programa anticonceptivo.
Además, la píldora es un éxito financiero, lo que elimina el interés de las farmacéuticas por investigar nuevas formas de control de la natalidad para los hombres. "El objetivo no es quitar lo que ya está aceptado, sino brindar otra vía, otra opción", asegura Wang.
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Con información de Wired