En su texto Sonic Theology, el etnomusicólogo Guy Beck explora el uso sagrado del sonido en la India, la tierra del mantra. Beck explica que el sonido es utilizado como una forma de acceder a lo divino, bajo la noción de que el universo mismo fue producido por la vibración sonora -el universo es sonido-.
Los mantras son las fórmulas que captan la divinidad sónica de manera específica, siendo muchas veces los sellos sonoros de ciertas deidades o potencias. El mantra es resonancia con la energía cósmica original, que en su cualidad femenina es llamada Shakti, el poder creativo femenino que permea el cosmos (y a su vez empodera al ser humano que le rinde tributo a esta fuerza divina).
Particularmente en el tantra, el mantra cobra el estatus de la energía de una divinidad; divinidad que suele estar vinculada con un poder, como puede ser la música, la sanación, el amor, etc. Beck explica:
la forma en la que el adepto utiliza las fuerzas creativas del lenguaje es a través de la ciencia del mantra, la cual goza de un estatus único en el tantrismo... un mantra tántrico en la forma de una sílaba es una forma compacta del dios o del poder que "es" en esencia... La sílaba KLIM denota la energía de la unión sexual.
En cierta forma KLIM es una resonancia del acto creativo cósmico, del cual el acto sexual es una versión microcósmica: "El tantra asume que el hombre y el universo se corresponden entre sí como micrcosmos y macrocosmos y ambos están sujetos al misterioso poder de la palabra y las letras".
El mantra KLIM está vinculado con la divinidad Kamadeva, ligada al erotismo y en muchos sentidos parecida a nuestro Cupido.
La recitación del mantra es una práctica que debe hacerse con alta concentración, anulando el pensamiento conceptual, dejando que la energía del mantra se mueva por todo el cuerpo. Al final el que dice el mantra se disuelve en la deidad que lo posee a través del mantra. En este caso uno se convertiría en Kamadeva o en Eros, algo que puede ser bastante provechoso en la cama.