Como bien sabemos, el principal obstáculo para ejercer y disfrutar del amor es el miedo. El temor a entregarse, a comprometerse o a la intimidad, van más allá de lo que su nombre dice: las causas son más profundas y tienen su origen en las heridas, creencias y recuerdos desagradables de nuestras primeras relaciones, principalmente aquellas que establecimos con nuestros padres o personas a cargo de cuidarnos durante la infancia. Todos tenemos miedo al amor de una u otra forma, pero entre más trabajemos individualmente en sanar nuestro pasado y relaciones, más fácil nos resultará ir desactivando esos miedos que no nos permiten tener lo que realmente buscamos en el amor.
Miedo al rechazo
Parte de creer que somos defectuosos o incompletos y que en un contexto de cercanía o intimidad, la otra persona se dará cuenta de quiénes somos en realidad y no le vamos a gustar.
Miedo al fracaso
Este tipo de personas tienen una alta exigencia sobre sí mismos, buscan la perfección absoluta en todo, lo que provoca que pongan demasiados obstáculos para aceptar al 100% a una persona como para relacionarse afectivamente con ella, puesto que tienen su foco de atención sobre lo que está mal en el otro, lo que es un mecanismo de defensa para no correr el riesgo que representa enamorarse y todo lo que puede salir mal por eso.
Miedo al abandono
Estas personas en algún momento de su infancia o adolescencia necesitaron la presencia de alguien importante (generalmente alguno de los padres) y no la tuvieron. Esto provoca que en sus relaciones se vuelvan ultracomplacientes, sumisos y empalagosos, con tal de que el otro no los abandone y, normalmente, terminan provocando lo que tanto temen: que su pareja los deje por sentirse sofocados, exigidos y obligados a cuidar de alguien tan necesitado.
Miedo a la vulnerabilidad
Las personas que han experimentado traición, humillación o abuso, generalmente desarrollan un sentido de defensividad muy fuerte que los limita en sus relaciones y se ve reflejado en acciones como desconfianza, celos, agresividad, etc., que son formas de “evitar” ser nuevamente lastimados. Por esta razón terminan relaciones impulsivamente, creyendo, erróneamente, que así se evitarán un momento de sufrimiento.
Miedo a perder el control o ser controlado
Este se da en personas que no tuvieron otra opción más que lograr todo lo que tienen por sí solos y que creen que para evitar el sufrimiento hay que tener todo bajo control y no generar relaciones de dependencia. Es realmente difícil relacionarse con alguien así, puesto que no aceptará que se hagan las cosas de una forma distinta a la suya y tampoco cederá ante los deseos de su pareja, y no porque no los comparta, sino porque no quiere verse “sometido” a la voluntad de alguien más.
Tú puedes hacer el cambio que requieres para relacionarte de forma más saludable en pareja e ir eliminando poco a poco tus miedos, sólo requieres comprometerte a trabajar en tu autoconocimiento y desarrollo personal. Asiste a cursos, a terapia o con un coach que te facilite lograr esto.