Según las leyendas aztecas, cuando los dioses Tezcatlipoca y Quetzalcóatl crearon el universo, lo organizaron de forma horizontal en cuatro puntos cardinales y verticalmente en 23 niveles: nueve correspondientes al Mictlán o inframundo, uno para la Tierra o Tlaltícpac, y 13 para el Tlalocan o espacio celeste.
Según esta visión, el Cielo y la Tierra están separados por la fuerza de cuatro titanes, ubicados en cada uno de los puntos cardinales. Además, el plano terrenal se ve también influenciado por fuerzas superiores e inferiores que habitan en los 13 cielos, ya que diariamente cuerpos celestes descienden al inframundo y ascienden de él, y en su trayecto pasan por el plano terrenal.
Por esta razón, la mayoría de culturas prehispánicas solían establecer una estrecha relación entre los astros y los hechos cotidianos en el plano terrenal.
Por otro lado, cada uno de los 13 cielos tenía para ellos una importancia y un significado relevante, ya que en cada cielo moraban seres espirituales, con influencia sobre lo que ocurría en la Tierra.
Primer cielo inmediato sobre la Tierra; es el espacio donde se mueve la Luna (Meztli) y se sostienen las nubes. Es habitado por Tlazoltéotl (la devoradora de inmundicia), diosa de la pasión y la lujuria; Tláloc (néctar de la tierra), dios de la lluvia; y Ehécatl (el viento), dios del viento o el que hace andar a las nubes.
Aquí se encuentran las estrellas que se pueden ver por las noches, las cuales están divididas en dos ejércitos: Centzon Mimixcoa, las 400 estrellas del norte; y Centzon Huitzinahua, las 400 estrellas del Sur.
En este cielo también se encuentran Citlaltonac, la Vía Láctea; Citlalicue (la de la falda de estrellas), la diosa creadora de las estrellas; y las siguientes constelaciones:
Aquí se desplaza Tonatiuh, el Sol, en su camino desde del país de la luz hasta su casa de occidente para sumergirse en el inframundo.
Es el camino celeste por donde se mueve Citlapol o Hey Citlallin (Venus), la “estrella grande, la mayor y la más brillante”. En este cielo también viven Tlahuilcalpantecuhtli, dios de la mañana o de la luz, señor del alba; Huixtocíhuatl ó Uixtociuatl, diosa de la sal; y Xólotl, la estrella de Venus al atardecer.
Es “el lugar donde se mueven los cometas” y se le puede ver cuando se da el paso de un cometa o estrella errante. Citallin-popoca son las estrellas que humean; Citlalmina, las que tienen cola; y Xihuitl, las que tienen cabellera.
Donde nace y se extiende la noche, es la oscuridad que se alcanza a ver detrás de los planos anteriores. Aquí ejerce sus poderes Tezcatlipoca Yohualli, el enemigo.
Es el espacio en el que el Sol muestra su rostro en el día. Ámbito de Huitzilipochtli, el colibrí azul a la izquierda.
En este cielo es donde son creadas las tempestades para llegar a Tlalticpac, la Tierra. Aquí aparece Tláloc, pero dominado por la deidad Iztlacoliuhqui, “Cuchillo Torcido”, dios del frío, variante de Tezcatlipoca.
Lugar de la región blanca, la residencia del dios blanco, Quetzalcóatl. También es el sitio donde se esconden las Tzitzimime, seres estelares que suelen bajar durante los eclipses para provocar males al hombre y perturbar al Sol en su trayectoria a través por la bóveda celeste; además, según la ideología azteca, acabarán con la humanidad cuando se encuentre en agonía.
Es la región amarilla donde el Sol mora en el Occidente. Hogar de Tonatiuh, dios del Sol y líder del cielo en la cultura azteca.
Aquí el sol muestra su rostro rojo, a la hora del crepúsculo. Es el sitio donde se aloja el fuego divino del que emerge la creación. Morada de Xiuhtecuhtli, dios del fuego, y Xantico, diosa del fogón y del hogar, señora de los volcanes.
Espacio donde moran los dioses, en él permanecen y se proyectan para ser en otras partes. Es un sitio divino, hogar de los cuatro tezcatlipocas, los dioses primigenios, desde donde se proyectan y toman las decisiones que rigen el mundo. Aquí, los dioses nacen y renacen y se alimentan en su calidad de seres eternos y cambiantes.
En este cielo es donde mora el señor de la dualidad, el dios de la creación Ometéotl. En su dualidad femenina-masculina, esta deidad consiste en la pareja creadora: Ometecuhtli y Omecihuatl, desde donde surge toda la creación.