Durante la infancia, la microbiota intestinal se encuentra aún en conformación. Sin embargo, debido a la mala alimentación, casi siempre ocasionada por el exceso de comida “chatarra” y el bajo consumo de frutas y verduras en la dieta, la composición de la microbiota de los niños puede verse afectada. A este desequilibrio en la composición y la distribución de los organismos que conforman la microbiota se le conoce como disbiosis intestinal.
La disbiosis puede contribuir al desarrollo o empeoramiento de muchas enfermedades infantiles: desde el estreñimiento crónico, la inflamación y los gases, hasta diarreas y obesidad. Las deficiencias de nutrimentos mal absorbidos por el intestino también están asociadas a muchos otros padecimientos que podrían manifestarse en la adolescencia, por ejemplo:
Por sus consecuencias, pareciera que hablamos de un padecimiento infantil difícil de controlar, sin embargo, es bastante común y la puede combatirse con un simple cambio de hábitos alimenticios. Está comprobado que el consumo de prebióticos como la fibra y probióticos obtenidos de lácteos fermentados en cantidades suficientes, pueden ayudar a restablecer los microorganismos benéficos para alcanzar la eubiosis intestinal, es decir, el equilibrio que permite mantener un buen estado de salud.