Se habla mucho del estrés y sus consecuencias, y es muy probable que, al menos alguna vez, hayas pasado por alguna situación estresante. Es de lo más normal.
El estrés consiste en una reacción fisiológica del organismo ante una amenaza. En el caso de los animales, por ejemplo, les ayuda a huir cuando un depredador está cerca, o los prepara para pelear cuando otro animal puede poner en peligro a sus crías o su territorio.
Esta reacción desencadena la producción de diversas sustancias que generan procesos en todo el cuerpo. Es la manera en la que el organismo se prepara para luchar o huir y así ponerse a salvo de la amenaza que ha detectado.
Hasta aquí, el estrés se presenta como algo benéfico, ya que te permite estar alerta y reaccionar de la mejor manera en distintas situaciones, como los momentos de peligro. El problema sucede cuando dicho estado de estrés, que debería ser esporádico, se convierte en el pan de cada día.
Y esto es justo lo que le ha pasado al ser humano. El ritmo de vida moderno ha sustituido esas amenazas del entorno por los momentos de presión que se viven cotidianamente en el trabajo, la escuela, la casa, en las relaciones interpersonales e incluso al trasladarse en medio del tránsito vehicular, entre varias situaciones más.
Si vives estresado por cualquiera de estas circunstancias, o por todas, con el tiempo, eso tendrá graves consecuencias para tu salud.
Para que entiendas por qué el estrés es tan malo si se vuelve parte de tu rutina, primero debes saber cómo funciona y cuáles son los mecanismos que desencadena en tu organismo.
Cuando te encuentras en una situación que te hace sentir bajo presión y te ocasiona ansiedad, el cerebro envía señales a las glándulas suprarrenales, las cuales segregan adrenalina, noradrenalina y cortisol, las llamadas hormonas del estrés, las cuales actúan en cuestión de milisegundos.
Estas sustancias llegan al torrente sanguíneo y aumentan la presión arterial, de modo que el corazón debe trabajar con más fuerza. Si la presión se eleva por mucho tiempo, ello puede desencadenar un infarto, insuficiencia cardíaca o arritmia.
La función del sistema digestivo se hace más lenta para que el organismo pueda enfocar su energía en atender esa situación de alarma. Incluso la producción de saliva se reduce considerablemente, lo cual produce una sensación de boca seca.
Las pupilas se dilatan para mejorar la visión, los bronquios se dilatan para que pueda entrar una mayor cantidad de aire y los vasos sanguíneos se ensanchan para ayudar a que la sangre llegue mejor y más rápido a todos los músculos, que deben estar listos para luchar o huir.
De esta manera, los músculos se tensan, y esto puede provocar molestias y dolores en el cuerpo. Si la tensión se acumula en los hombros, el cuello y la cabeza, puede resultar en cefaleas y migrañas.
El hígado libera sus reservas de glucosa para mandar una dosis extra de energía a todo el organismo. Esto puede ocasionar desequilibrios en el metabolismo de la glucosa y propicia la acumulación de tejido graso, principalmente en el abdomen (por eso el estrés suele ocasionar una subida de peso).
A esto se suma que el exceso de cortisol hace que te dé hambre y, al mismo tiempo, puede aumentar los niveles de insulina en la sangre, por lo que no sería raro que se te antojaran cosas dulces cuando te estresas.
Pero eso no es todo: la capacidad del intestino para absorber los nutrientes se puede reducir, lo cual ocasiona dolor de estómago, hinchazón, náuseas, diarrea o estreñimiento. Además, al afectar el sistema digestivo en general, el exceso de estrés es uno de los factores que generan gastritis, colitis y úlceras gástricas.
También afecta el sistema reproductivo. En el caso de los hombres, el estrés crónico afecta la producción de testosterona y esperma, e incluso puede provocar disfunción eréctil o impotencia. Por su parte, las mujeres pueden sufrir cambios en el ciclo menstrual y un aumento en las molestias e intensidad de los síntomas premenstruales, como los cólicos.
Los niveles muy altos de cortisol te hacen perder un mayor número de neuronas en el hipocampo, el área del cerebro relacionada con las funciones cognitivas, como la memoria.
Y si estos niveles elevados se mantienen por períodos prolongados, incluso llegan a ocasionar pérdida de masa ósea, con lo que los huesos se vuelven frágiles y propensos a romperse o desarrollar osteoporosis, así como a que se reduzca la capacidad de regeneración neuronal.
Finalmente, los niveles altos de adrenalina pueden dañar las arterias, el corazón y el cerebro.
Distinguir entre una dosis aceptable de estrés y una excesiva no siempre es fácil, ya que terminas por acostumbrarte a vivir bajo presión y llega el momento en el que ya no prestas atención a lo que el estrés genera en tu cuerpo. Por eso, es importante que estés atento y sepas distinguir los síntomas que te avisan cuando las tensiones te afectan, entre los cuales destacan los siguientes:
Así que, si te das cuenta de que el estrés ha llegado a afectar tu vida, tanto en el aspecto físico como en el emocional y mental, toma las medidas necesarias para canalizar esa energía de manera positiva.
Busca actividades que te ayuden a relajarte y estar tranquilo, para que puedas sentirte bien, ser más eficiente y alcanzar tus metas. Puedes meditar, salir a caminar, hacer ejercicio, pasar tiempo con tus mascotas, practicar algún hobby. Tú te conoces mejor que nadie y sabes qué te puede relajar.