Aunque hay bebidas como el vino y la cerveza a las que se les atribuyen propiedades benéficas para la salud, éstas sólo ocurren cuando las tomas con moderación, ya que el exceso de alcohol tiene efectos negativos para el funcionamiento de todo tu organismo.
Cuando ingieres una bebida alcohólica, cerca del 20% del alcohol se absorbe por el estómago, mientras que el 80% restante lo absorbe el intestino delgado. Después pasa al torrente sanguíneo y de ahí se distribuye por todos los órganos.
Todas las bebidas alcohólicas contienen una molécula llamada etanol, que afecta al funcionamiento del cerebro y que es la responsable de la embriaguez. Esta sustancia tiene un peso molecular muy bajo, por lo que se absorbe rápidamente.
Cuando el etanol llega al cerebro provoca que sus funciones se vuelvan lentas, lo cual te da esa sensación de relajación que experimentas al beber.
Si la cantidad de etanol es mayor, lo que empiezas a sentir es cansancio o sueño y puede afectar tu memoria (por eso se dan las lagunas de memoria cuando bebes mucho). Además, el etanol afecta los procesos del pensamiento y la capacidad para tomar decisiones.
El alcohol también estimula al cerebro para liberar norepinefrina, adrenalina y cortisol (la hormona del estrés), que son sustancias estimulantes que elevan la frecuencia cardiaca y hacen que las vías respiratorias se abran y envíen más oxígeno al cerebro, lo cual incrementa tu capacidad sensorial.
También se produce dopamina, el neurotransmisor de la felicidad, que te hace sentir bien, e incluso puede generar una sensación de euforia.
El exceso del alcohol provoca un incremento en los neurotransmisores inhibitorios de GABA (que disminuyen la actividad eléctrica del cerebro), lo que da como resultado una dificultad para controlar el sistema motriz, mantener el equilibrio y hablar.
Pero el alcohol no sólo afecta los procesos mentales, sino que también tiene consecuencias para el resto del organismo.
En el estómago, el alcohol aumenta las secreciones ricas en ácidos y mejora la digestión, pero cuando se bebe en exceso causa erosiones en la mucosa y provoca ardor estomacal por la irritación gástrica.
Los riñones y los pulmones se encargan de eliminar aproximadamente un 10% del alcohol por medio de la orina y la respiración. Por eso la policía utiliza un espirómetro para determinar el consumo de alcohol.
En este proceso, el riñón elimina más agua de la que el organismo ingiere, así que busca el líquido para funcionar en otros órganos. Así, las meninges (membranas que cubren el cerebro) pierden líquido y generan dolor de cabeza.
Debido a que el etanol inhibe la hormona antidiurética, te ves obligado a orinar con mayor frecuencia. Esta deshidratación es la que ocasiona que, cuando comienza la resaca, sientas mucha sed.
Como resultado del trabajo del hígado para metabolizar el etanol se produce acetaldehído, una sustancia similar al vinagre que tiene cierto efecto tóxico en el propio hígado, el cerebro y las paredes del estómago. Sus efectos se traducen en náuseas, acidez, vómitos y dolor de cabeza.
Por otro lado, el exceso de alcohol hace que los niveles de glucosa en la sangre desciendan y también disminuyen las reservas de vitaminas y minerales del cuerpo, lo cual provoca debilitamiento, fatiga, vértigo y visión borrosa.
Dicho letargo y debilitamiento hace que tengas la necesidad de recuperar carbohidratos, y por eso te suele dar hambre mientras bebes. ¿Has notado lo rápido que se acaba la botana mientras tomas bebidas alcohólicas, y que no paras de comer aunque al inicio no hayas tenido apetito?
Finalmente, en el corazón el alcohol incrementa la actividad cardiaca, acelera el pulso y eleva la presión sanguínea.
Como puedes ver, el alcohol genera toda una reacción en cadena en el organismo, la cual te conduce a la desagradable resaca. Por eso, lo ideal es que disfrutes de tus bebidas favoritas con moderación, para que la salud de tu cuerpo no pague las consecuencias de los excesos.