Los conocedores del universo Star Wars saben que, entre las varias fuentes de las que George Lucas bebió para crear la saga, se encuentra el budismo. En particular, la Orden de los Caballeros Jedi está inspirada parcialmente en los monjes budistas, tanto por su disciplina como por algunos de sus hábitos y su doctrina espiritual.
Por esa razón, es posible que al ver las películas muchos de nosotros encontremos cierta familiaridad espiritual con algunos de sus diálogos más sensibles. La tranquilidad de mente que preconizan los jedi, la sabiduría de algunos de sus maestros e incluso la castidad o el hecho de que mediten para clarificar sus dudas son motivos que de alguna forma escapan de la ficción y nos interpelan directamente.
En esta ocasión reunimos ocho lecciones de uno de los momentos más cruciales de Star Wars: el entrenamiento que Luke Skywalker recibe de Yoda, el legendario maestro jedi que a la sazón vive exiliado en el remoto sistema Dagobah, entre raíces y pantanos, y acompañado de nada más que la flora y la fauna del lugar.
En esas escenas –que pertenecen al Episodio V de la saga, El imperio contraataca (1980)– Yoda protagoniza una de las secuencias más sabias e inspiradoras de la cultura pop contemporánea, en conexión directa con algunas de las premisas fundamentales de doctrinas milenarias.
Compartimos estas enseñanzas, en parte con el espíritu de mostrar que la sabiduría puede surgir en los lugares más inesperados.
–No busco a un amigo; busco a un maestro jedi
En el primer encuentro de Luke con Yoda, el joven confunde al maestro jedi con una criatura local molesta e incluso irrelevante. Aunque no es explícito podemos suponer que, en su primera idea, Luke –que conoce a los caballeros jedi casi exclusivamente por alusiones y relatos– espera encontrar a un guerrero imponente. A cambio, un personaje de corta estatura y color pantanoso se divierte hurgando entre sus cosas y jugando con una lámpara de mano que encuentra.
Cuando Luke se da cuenta de que esa criatura ha sido el guía de cientos de generaciones de jedis, recibe su primera lección: el maestro surge donde menos se le espera.
–Mírame. ¿Por mi tamaño me juzgas?
En consonancia con lo anterior, llega el momento en que Yoda demuestra a Luke el poder de “la Fuerza”. Ante la incredulidad del joven Skywalker, Yoda demuestra que sus cualidades físicas nada tienen que ver con la energía metafísica que ha aprendido a dominar y usar.
–Despeja tu mente de preguntas
Uno de los hábitos más comunes de la mente humana es la formulación inagotable de preguntas. En buena medida esa práctica ha sido fundamental para nuestra evolución como especie, pero no menos cierto es que en determinado momento puede llegar a convertirse en fuente de inquietud y angustia. No es posible sentir la plenitud del presente, por ejemplo, cuando nuestra mente está llena de interrogantes –la mayoría de ellas inútiles.
–Tienes que desaprender lo que has aprendido
La vida se encuentra en cambio constante, pero muchos, en una idea equivocada de estabilidad, se aferran consciente o inconscientemente a ciertas ideas y hábitos en donde encuentran la seguridad de lo conocido y lo familiar. Desaprender es posiblemente una de las acciones más difíciles de la existencia, pero por otro lado es un requisito indispensable para comenzar a vivir la vida que queremos y no la que otros trazaron para nosotros.
–Tienes que sentir la Fuerza a tu alrededor: te rodea a ti, a mí, al árbol…
Más allá de cierta interpretación espiritual que podría darse a esta enseñanza de Yoda, podría hablarse de un hecho elemental que incluso tiene fundamento científico: todos estamos conectados. La ilusión de la individualidad en que a veces vivimos nos impide ver que todas nuestras acciones (y omisiones) tienen un efecto en nuestro entorno. En cierta forma, “la Fuerza” puede entenderse como una metáfora para reflexionar sobre la manera en que ejercemos dicha conexión: ¿a favor o en contra de quienes nos rodean?
–Somos seres luminosos. No esta materia cruda…
Aunque podría discutirse la supuesta oposición entre matera y espíritu que, al menos tácitamente, se encuentra en esta frase, por un momento podría dejarse de lado esa polémica y hablar desde una posición más conciliadora. Más que de una dualidad, las palabras de Yoda también podrían sugerir esa energía que, en el ser humano, lo lleva a ser más de lo que cree que es, esa energía que nos lleva a esforzarnos, persistir, arrostrar dificultades y sobreponernos a la adversidad: todo porque queremos algo y porque, como Yoda, podemos tener como aliada poderosa a esa energía que vive en nuestro interior.
–¡No lo puedo creer!
–Sí. Por eso fracasas.
Este intercambio entre Yoda y Luke es posiblemente uno de los más severos del entrenamiento en Dagobah. Yoda enseña al joven Skywalker la necesidad de la fe en ciertas situaciones de la vida y, en general, para recorrer el camino de la existencia. Fe con el sentido de confianza: si no estamos seguros de quiénes somos, qué hacemos y qué queremos, difícilmente arribaremos a buen puerto.
–Hazlo o no lo hagas. No hay intentos.
Sin duda la línea más famosa de Yoda. Una interpretación posible podría decantarse por el hecho de que, con cierta frecuencia, cuando “intentamos” algo en vez de sólo hacerlo, una parte de nuestra mente ya está pensando en que podemos fracasar. Intentamos porque no estamos seguros de poder hacerlo, porque nuestro miedo al fracaso o nuestra propia negatividad se interponen entre nuestra capacidad de acción y el propósito que nos fijamos,