Cuando alguien cercano a ti toma una decisión que no te parece o que te afecta negativamente, puede ser muy frustrante. Cada cabeza es un mundo, así que las interpretaciones y percepciones acerca de un mismo evento son prácticamente infinitas.

Es probable que te hayas encontrado en alguna situación donde la actitud o las palabras de alguien más te hayan llevado a pensar que tú eras responsable o que eran un reflejo de ti y de tus acciones. Sin embargo, las decisiones de otros no tienen que ver con quien tú eres como persona y lo que vales. Desde luego, están fuera tu control. No es posible que alguien sea como tú quisieras que fuera, por más que veas potencial. No importa si se trata de tus padres, tu pareja o de tus hijos. Las únicas decisiones que controlas son las tuyas.

Una cosa es dar un consejo, siempre y cuando te lo pidan, y otra muy distinta es empeñarte en imponer tu opinión sobre la vida y las elecciones de alguien más. Llegar a comprender y asimilar esto puede ser difícil, pues implica un profundo ejercicio de desapego y un nuevo sentido de empoderamiento respecto a tu propia vida. Tu única misión es trabajar en ti mismo y tomar decisiones que te hagan feliz.

El hecho de aceptar que cada persona tiene su propio camino y su propio aprendizaje (aunque cueste verlo desde fuera) significa una gran liberación para ti y tu perspectiva de la vida en general. Recuerda que cada persona que se cruza en tu camino es un maestro. Algunas veces puedes observar las decisiones de otros como ejemplo de quién te gustaría ser y otras, como ejemplo de quién definitivamente no quieres ser. Agradece el aprendizaje igualmente y reconoce su valor en tu camino.