El ser humano tiene la costumbre de evaluar hechos, sentimientos, emociones, actitudes y personas en términos de la dualidad del bien y el mal. Sin embargo, en el terreno de la meditación de lo que se trata es justamente de apartarte de estos conceptos, para ver la realidad desde una mirada libre de juicios.
Así, la forma en que te acercas a la práctica de la meditación nunca está del todo bien o del todo mal. Es más bien un proceso que evoluciona con la práctica y que varía de acuerdo a los estilos y técnicas que se emplean, así como según los objetivos y la forma muy particular de meditar de cada quien. Y nada de eso está bien ni mal, simplemente es así.
Si empiezas a meditar y las primeras veces sientes que no te concentras, no respiras adecuadamente y no pasa nada extraordinario, es perfectamente normal. Por eso es importante practicar, de preferencia, todos los días, para que poco a poco aprendas a enfocarte, mantenerte en el presente, respirar de forma consciente y así conectar con tu interior.
En este proceso, sé amable, paciente y compasivo contigo mismo, no te exijas de más y no te frustres si al principio sientes que nada pasa. Todo se trata de ser constante, tener paciencia y dejar fluir, para que, con el tiempo, llegues a ese estado de introspección libre de juicios hacia ti, hacia lo que sientes y hacia la realidad que te rodea.
En el caso de la respiración, ésta debe ser natural y se debe realizar por la nariz (aunque si alguna vez te enfermas de gripe y tu nariz congestionada te impide hacerlo, es válido hacerlo por la boca).
Para iniciar tu meditación, puedes hacer algunas respiraciones largas y lentas en las que inhales por la nariz y exhales por la boca. Esto sirve para conectarte con tu cuerpo y con el presente, para empezar a ser consciente de tu proceso de respirar. Luego, deja que tu respiración tenga una cadencia más natural y empieza a usar solamente la nariz.
Además, es recomendable que al meditar practiques la respiración diafragmática, que además te ayuda a hacer de este un proceso más consciente.
Para saber cómo respiras, coloca una mano sobre el pecho y la otra sobre el estómago. Respira con normalidad y observa el movimiento de tus manos, ¿cuál se mueve primero? Si la primera en hacerlo es la del pecho, significa que respiras superficialmente, pero si es la del estómago, quiere decir que tu respiración es correcta y surge desde el diafragma.
Si no lo haces así, practica todos los días. Recuéstate y coloca las manos sobre las costillas. Inhala poco a poco por la nariz y observa cómo tus manos se levantan junto con tu abdomen. Suelta el aire despacio por la nariz y repite.
Puede haber personas que mantienen las respiraciones largas y profundas durante toda su meditación, y si eso les funciona, está bien, pero lo más recomendable es hacerlo sí consciente, pero de la forma más natural posible. Tu cuerpo ya sabe cómo respirar, así que deja que haga su trabajo.
Con información de Sonima