Vivir en la ciudad tiene grandes ventajas, y hay quien considera la opción de mudarse a las ciudades por oportunidades laborales o simplemente por estilo de vida. Pero entre las desventajas está la contaminación y el estrés que se genera en la metrópolis. Por esos y otros motivos, ahora también es popular alejarse del caos citadino para mejorar la vida no sólo en términos de felicidad sino también de salud.
Los cientificos ya buscan respuestas a través de estudios que puedan ayudar a determinar cuáles son realmente los entornos más saludables para vivir, es decir, cuál es la relación entre el bienestar y el ambiente. "Intentamos no difundir información sobre esto a la ligera, sino encontrar pruebas de los pros y los contras de cómo los entornos naturales, y nuestra cada vez mayor separación de ellos, pueden afectar a la salud y al bienestar", dice Mathew White, psicólogo ambiental de la Escuela de Medicina de la Universidad de Exeter, en Inglaterra.
Algunas investigaciones han revelado que diversos factores determinan cómo influye el medio en el que cada persona vive. Éstos pueden incluir el pasado de una persona y las circunstancias que le toca vivir, la calidad y el tiempo que está expuesto a un entorno y las actividades que realiza en él.
En términos generales, sin embargo, los resultados sugieren que los espacios verdes son buenos para las personas que viven en áreas urbanas. Quienes residen cerca de parques o árboles tienden a gozar de menores niveles de contaminación en el aire y menor contaminación acústica producida por la actividad humana, así como de la capacidad de estos espacios para refrescar el ambiente.
Además, los espacios naturales favorecen las actividades físicas y sociales, que de por sí están asociadas a múltiples beneficios. Pasar tiempo en la naturaleza ha sido vinculado con la reducción de los niveles de estrés. El ritmo cardiaco y la presión sanguínea tienden a bajar. También aumenta la producción de linfocitos, células protectoras que recorren el cuerpo a la caza de células cancerosas o infectadas con algún virus.
"Nuestra teoría predominante es que los espacios naturales actúan como un telón de fondo tranquilizador frente al estimulante ajetreo de la ciudad", explica Amber Pearson, geógrafa de la salud de la Universidad de Michigan, en Estados Unidos. Y agrega: "Desde una perspectiva evolutiva, también asociamos lo natural a los recursos que necesitamos para sobrevivir, así que los favorecemos".
Pero antes de querer salir de la ciudad para ir al campo, debes considerar esto: quienes viven en una ciudad también suelen ser menos obesos y presentar un menor riesgo de suicidio y menos probabilidades de morir en un accidente. Son más felices en la vejez y, en general, viven más.
Es verdad que las emisiones de carbono y otros contaminantes tienden a ser menores a mayor altura, pero intentar huir de la contaminación puede tener otras consecuencias. Por un lado, la gente que vive en lugares a 2 mil 500 metros o más de altura parece tener una menor mortalidad debida a enfermedades cardiovasculares, infartos y algunos tipos de cáncer. Pero, por otro lado, presentan un riesgo elevado de muerte por enfermedad pulmonar o por infecciones de las vías respiratorias bajas.
Esto se debe, en parte, a que los vehículos funcionan de manera menos eficiente en altitud, así que emiten más hidrocarburos y monóxido de carbono (y ya no es fácil escapar de los autos), y el daño que éstos producen se incrementa con la radiación solar que hay a esas alturas.
Así que vivir entre los mil 500 y los 2 mil 500 metros sobre el nivel del mar podría ser la opción más saludable. Asimismo hay buenas razones para mudarse a la costa o, al menos, a algún lugar cercano a cualquier cuerpo de agua. Como explica White: "la forma en que hemos evolucionado demuestra que nos atraen los altos niveles de biodiversidad que encontramos en el océano". Además, las playas ofrecen oportunidades para ejercitarse a diario y producir vitamina D.
Luego están los beneficios psicológicos. Un estudio de 2016 que Pearson y sus colegas realizaron en Wellington, Nueva Zelanda, arrojó que quienes tenían vista al mar registraban menores niveles de trastornos psicológicos. Por cada 10% más de azul que la gente podía ver, los investigadores descubrieron que disminuía en un tercio la puntuación promedio de una población en la escala de malestar psicológico de Kessler, que se usa para predecir trastornos de ansiedad y de humor. Esto se daba sin importar el estatus socioeconómico.
Aun así, en lo que concierne a bienestar, los investigadores no saben cómo se comparan los lagos con los océanos o los ríos con los mares. Tampoco han estudiado cómo, por ejemplo, las playas de Islandia se diferencian de las de Florida. Lo que sí saben es que factores complejos como la calidad del aire y del agua, las aglomeraciones, la temperatura e incluso las mareas altas y bajas afectan la forma en que algo tan aparentemente simple como una visita a la playa puede influir en las personas.
Antes de hacer tus malestas y cambiar de aires, es importante señalar que una mudanza no resolverá todos los problemas. Otras circunstancias de la vida, como perder o conseguir un trabajo, casarse o divorciarse, tienen un impacto mucho mayor en la salud. Como dice White, no importa en qué entorno te encuentres: "Es más importante tener una casa que ser un indigente en un parque".
Con información de BBC
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