Los libros tienen el potencial de convertirse en grandes compañeros de vida, en el sentido más profundo de la expresión. Los libros pueden acompañarnos en momentos difíciles, pueden enseñarnos o al menos ponernos en el camino de ciertas preguntas decisivas. Puede ocurrir también que un libro deje en nosotros una pequeña semilla que duerme hasta que ciertos hechos de la existencia la despiertan y la hacen florecer en nuestro interior. Los libros alegran, consuelan y en ocasiones sirven de refugio.
No es casual entonces que tantas personas a lo largo de la historia hayan encontrado en los libros un sostén importante de su pensamiento e incluso una fuente de inspiración para definir su postura frente a la vida y su visión del mundo. Después de todo, como alguna vez dijo Carl Sagan, los libros son el canal directo que tenemos al alcance para conversar con las mejores mentes de la humanidad.
Compartimos a continuación un listado de los cinco libros favoritos de Albert Einstein (más un bonus track al final), los cuales ofrecen un pequeño vistazo de las inquietudes intelectuales y sentimentales de uno de los genios más admirados en el desarrollo de la ciencia.
La selección destaca porque se compone de títulos de al menos tres grandes disciplinas: la ciencia, la filosofía y la literatura, lo cual deja ver la amplitud de horizontes de Einstein y el hecho de que los libros justamente nos ofrecen eso, la posibilidad de indagar aquí y allá, teniendo como límite casi únicamente nuestra propia curiosidad.
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Spinoza es un filósofo de pocos reflectores cuyo pensamiento, sin embargo, se puede encontrar en buena parte de los intelectuales y científicos de distintas épocas. En buena medida esto último se debe a que a Spinoza se le reconoce por haber desarrollado una perspicacia poco común para examinar, entender y explicar las cuestiones de lo humano, particularmente el conflicto tan propio de nuestra naturaleza entre todo aquello que podríamos denominar lo irracional (el deseo, las emociones, las pasiones, etc.) y lo que consideramos nuestra parte racional.
A Einstein en especial, Spinoza lo ayudó a aclarar su posición respecto a Dios o la divinidad, a quien el filósofo conceptualizó de una manera muy singular e incluso adelantada a su tiempo, no como una entidad que gobierna el destino del mundo y la humanidad sino como una presencia inmanente que se manifiesta a través del orden y la armonía de los fenómenos que integran la realidad.
De su estudio de Spinoza, Einstein extrajo esta lección:
Creo en el Dios de Spinoza. Quien se revela a Sí mismo en las armoniosas leyes del universo, no en un Dios quien se ocupa del destino y el castigo de la humanidad.
Por supuesto, un libro estrictamente científico no podía faltar en este listado. En este caso se trata de Análisis de las sensaciones de Ernst Mach, el físico de origen checo (cuando la región pertenecía al Imperio austro-húngaro) que pasó a la historia por sus investigaciones sobre la velocidad, entre otras.
Como era más o menos usual en su época, Mach cultivó también otros intereses, entre ellos el estudio de la psicología humana y de la filosofía. Esto no es casual, pues precisamente en su época y en el ámbito intelectual en el que vivió había una gran inquietud por explicar científicamente los procesos de la mente y el comportamiento humanos sin perder del todo los fundamentos filosóficos de estos. Un debate del cual emergieron las primeras preguntas y planteamientos del psicoanálisis de Sigmund Freud.
En Análisis de las sensaciones Mach reivindicó el empiriocriticismo, una corriente filosófica propuesta por él mismo para, como Hume un siglo antes, poder separar lo “metafísico” y lo real de la percepción humana y lograr un entendimiento más cercano a la física y la ciencia de la aprehensión que realiza el Yo de los fenómenos de la realidad.
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Hume es otro filósofo cuya lectura conmovió el pensamiento de Einstein. En especial, según los biógrafos del científico, la filosofía empírica de Hume, que buscaba fundamentarse en la experiencia cognoscible, lo llevó a dejar la especulación metafísica para indagar en las bases fácticas de los fenómenos de la realidad.
En una carta de 1915 a Moritz Schlick (físico y filósofo, uno de los fundadores del Círculo de Viena), Einstein se expresó en estos términos muy elogiosos a propósito de Hume y una de sus obras:
Usted también ha visto correctamente que esta corriente de pensamiento [el positivismo] fue de gran influencia en mis esfuerzos, y específicamente Ernst Mach y aún más Hume, cuyo Tratado sobre el entendimiento estudié con fervor y admiración poco antes del descubrimiento de la teoría de la relatividad. Es muy posible que sin estos estudios filosóficos no hubiera llegado a la solución.
Quizá en el mundo hispanohablante no leemos lo suficiente a Goethe como para apreciar con justicia su valor literario. Sin embargo, entre los hablantes de alemán, Goethe suele ser una especie de faro espiritual, al menos entre ciertos lectores de cierta época.
Como dato anecdótico cabe mencionar que Freud, por ejemplo, también tenía en gran estima la obra de Goethe, al grado de que citas de algunas de sus piezas de teatro, novelas y poemas se colaron cada tanto en sus escritos. Ludwig Wittgenstein es otro caso parecido: para varias de sus reflexiones (notablemente para sus consideraciones sobre el color), el filósofo partió de las teorías físicas y de la naturaleza que elaboró Goethe, pues cabe recordar que además de literato, como buen espíritu romántico, el escritor alemán no dudó en incursionar en la investigación y la exposición de temas científicos y filosóficos.
En el caso de Einstein, el físico consideró a Goethe “un poeta sin par y uno de los seres más inteligentes y sabios de todos los tiempos”.
A manera de pequeña guía, dejamos esta selección de títulos del autor alemán:
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El gran maestro ruso no podía faltar en esta lista, pues de alguna manera es un denominador común para los lectores que han encontrado en los libros asombro, comprensión e incluso un refugio.
En particular Los hermanos Karamazov suele considerarse una de las cimas no sólo dentro de la obra de Dostoyevski sino de la literatura en general, pues el nivel de análisis del alma humana que logró ahí el autor fue casi increíble.
La obra ha sido celebrada especialmente por el gran tacto y genialidad con que literariamente se plantean cuestiones sobre la creencia en Dios, la libertad, la manera virtuosa de vivir la vida y los juicios morales, todo ello presentado en una trama que mantiene al lector siempre en vilo.
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Aunque parezca un tanto increíble, Einstein tenía también un interés esotérico. Increíble porque desde el sentido común e influenciados por la hegemonía del discurso cientificista de las últimas décadas, damos por hecho que la mentalidad científica es ajena e incluso desdeñosa de cualquier otro campo de conocimiento.
Sobre Isis sin velo cabe decir que casi desde su publicación, en 1877, ha sido una de las obras más populares del esoterismo y la espiritualidad moderna. Su autora, conocida también como Madame Blavatsky, proveniente de la nobleza rusa, integró en esta y otras obras principios de la espiritualidad oriental y de la filosofía occidental para ensayar una crítica al materialismo y el reduccionismo científico alentados por la modernidad occidental.
Especialmente en Isis sin velo, Blavatsky propuso que todas las religiones derivan de una fuente común: la filosofía hermética.
De esta selección podría decirse que son los seis pilares de un universo; obras más que suficientes para perderse en su lectura y dejarse llenar el espíritu por sus palabras, aun con el riesgo de reemplazar temporalmente nuestro horizonte de percepción por aquel que nos proponen. Más allá de ser los libros favoritos de Albert Einstein, son obras que se sostienen en sí mismas por su potencial de asombro y, como decíamos antes, por la posibilidad de compañía –en sentido amplio– que ofrecen.