Durante los últimos días, se ha hablado mucho de la película Lightyear, el spin-off de Toy Story, que llegó a las salas de cine el pasado 16 de junio y donde se cuenta la historia de Buzz Lightyear, el personaje en quien se inspiró el entrañable juguete que conocimos en las cintas de la saga.
Más allá de la polémica en la que Lightyear se ha visto envuelta –debido a que incluye una escena (que no dura ni un segundo, por cierto) en la que aparece un beso entre una pareja conformada por mujeres– vale la pena prestar más atención a los mensajes que se esconden tras su trama de aventura, acción y ciencia ficción… y por supuesto, al gato robot Sox, quien se vuelve el compañero de Buzz y es el personaje más adorable y memorable de la cinta.
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Antes de continuar, es importante advertir que este texto incluye algunos spoilers de la película, por lo que, si no la has visto y tienes planeado hacerlo, te recomendamos disfrutarla primero, antes de seguir leyendo.
En esta película conoceremos la historia de Buzz Lightyear, un destacado miembro de la Guardia Espacial, quien está acostumbrado a ser el mejor, a no cometer errores, a cumplir siempre sus misiones con éxito y a recibir el reconocimiento de sus compañeros y de la sociedad en general.
Su impecable trayectoria da un giro inesperado cuando, en medio de una misión para explorar un planeta que muestra señales de vida, Buzz comete un error que provoca el choque de la nave, por lo que todos los tripulantes se ven obligados a permanecer en ese planeta desconocido y aprovechar los recursos que tienen a la mano para sobrevivir y establecerse.
Pero Buzz, acostumbrado a terminar sus misiones y a no fracasar, se aferra a encontrar la manera de que todos regresen a la Tierra, pero los viajes experimentales que realiza para probar el combustible que requiere para el viaje, fracasan una y otra vez.
Cada vez que Buzz realiza uno de esos viajes, para él sólo pasan unos cuantos días, pero para las personas que se quedan en el planeta pasan varios años, por lo que él no envejece, pero sus amigos sí. Aún así, decide continuar con sus intentos, sin importar las consecuencias.
Buzz comparte esta aventura con Alisha Hawthorne, una comandante que es su compañera de misión y su mejor amiga. Cada vez que Buzz se va a uno de sus viajes experimentales, regresa para encontrar a Alisha cada vez con mayor edad y viviendo nuevas experiencias, como tener una pareja, casarse, tener un hijo, verlo crecer, formar su propia familia y darle una nieta; hasta que un día, Buzz regresa y ella ya no está, pues ha muerto.
Con esto nos damos cuenta de que Buzz es prisionero de la culpa y de su enorme miedo al fracaso. Por ello, no se da cuenta que, en su desesperado intento por enmendar su error y por aferrarse a la idea de volver a su mundo ideal, en el que todos lo ven como un héroe perfecto y lo alaban, se ha perdido de estar al lado de su mejor amiga en momentos cruciales de su vida; y más aún, se ha perdido de él mismo experimentar todas esas vivencias.
Esto nos enseña la importancia de vivir el momento presente y de disfrutar lo que tenemos en cada etapa de la vida, pues nada ni nadie dura para siempre; además de que no hay un escenario ideal para ser feliz, sino que debemos aprovechar lo que tenemos a mano para construir esa felicidad día con día.
Muchas veces nos encerramos en una burbuja esforzándonos por alcanzar el “éxito”, sin saber muy bien qué es, y por estar en una búsqueda constante de la felicidad, no nos damos cuenta de que ésta pasa frente a nuestros ojos y la dejamos ir.
Por eso hay que ser conscientes de que no hay un “mejor momento” para ser feliz, el mejor momento para experimentar la felicidad es hoy, es cualquier instante, porque al final, la felicidad está donde nos sentimos bien y seguros con lo que hacemos, con quienes somos y con quienes nos rodean.
Además, el hogar no necesariamente está donde nacimos o crecimos, sino donde creamos lazos y echamos raíces, donde se encuentran las personas que queremos y nos importan; y eso era algo que Buzz no entendía, por eso se aferraba a volver a la Tierra, para que todos pudieran ser felices, cuando en realidad, poco a poco se adaptaron a ese nuevo planeta, donde hicieron una vida y forjaron nuevas relaciones.
Otra importante lección que nos da Lightyear es que no tenemos por qué navegar solos; somos seres sociales y, a pesar de que muchos disfrutemos de la soledad, siempre es importante y necesario tener a alguien con quien contar y con quien compartir tanto los momentos buenos y felices como aquellos más difíciles. Además de que, por fuertes que seamos, siempre habrá un momento en el que necesitemos apoyo, ayuda y ser salvados.
Buzz, acostumbrado a ser el héroe, se mostraba reacio a recibir ayuda, siempre quería resolver las cosas por su cuenta, aunque las circunstancias lo rebasaran, y se sentía con la obligación de ser él quien protegiera y ayudara a los demás.
Sólo hasta que reconoce que él solo no podrá combatir a los robots extraterrestres que los atacan, es cuando acepta la ayuda de Izzy, la nieta de su amiga Alisha; Mo Morrison, un torpe voluntario que se equivoca a cada paso que da; y Darby Steel, una mujer de la tercera edad, exconvicta y capaz de crear artefactos explosivos con cualquier cosa. Así, junto con el simpático gato Sox, forman un equipo que finalmente logrará salvar a los habitantes del planeta del ataque de los robots.
Además, Buzz descubre que ese terco afán por terminar su misión, lo ha vuelto tan egoísta que incluso podría llegar a ser capaz de pasar por encima de los demás y de lo que él mismo es realmente, con tal de lograr su objetivo y redimir su culpa.
Es entonces cuando se da cuenta de que no quiere convertirse en eso, acepta que pedir ayuda no es un acto de debilidad y que la mejor ayuda no siempre viene de quienes están más capacitados o tienen mayores habilidades, sino de quienes ponen el corazón en lo que hacen y de quienes tienen un compromiso con el equipo.
Finalmente, Buzz pasó de ser ese personaje fanfarrón, que puede hacer las cosas mejor si trabaja solo y que no tolera el error bajo ningún concepto, a ser un comandante más humano, humilde y compasivo. Se convirtió en alguien que tiene claro que, para ganar, necesita de un equipo sólido y unido, y que además aprendió que los errores y el fracaso son parte de ser humanos y que pedir ayuda no es algo malo, sino muchas veces, necesario. Así pudo volver a disfrutar su labor como parte de la Guardia Espacial, ya no trabajando por su cuenta ni con el objetivo de lograr el reconocimiento, sino con un equipo grandioso y con la meta de mantener seguro su nuevo hogar.