Es una creencia errónea pensar que, si aparentamos ser perfectos y estar bien, estaremos mejor. Desgraciadamente llevamos muchos años poniéndonos la máscara o aparentando ser quienes creemos que caerán mejor o serán más amados o menos rechazados, o bien el personaje que nos proteja de ser lastimados. Sin embargo, es la limitación de este rol lo que nos impide ser auténticos y sacar eso que realmente sentimos y que es necesario expresar.
Cuando no expresamos eso que sentimos, pensamos o queremos, ese bloqueo se manifiesta de varias formas tanto físicas como emocionales y mentales. Físicamente, los músculos se contracturan e incluso puede haber ciertas enfermedades. Energéticamente, el flujo se atora y eso a su vez afecta a un nivel emocional.
Las mismas creencias erróneas solidifican esta tensión en el cuerpo y ocasionan que la sangre y la energía no fluyan correctamente y que nuestro cuerpo nos ande avisando que algo en nosotros está mal y que debemos prestar atención.
Desgraciadamente, se nos ha enseñado que la atención es en lo físico y no en lo que se genera emocionalmente. Es más profundo y confrontante ser honestos con nosotros mismos y ver qué es eso que no estamos haciendo, diciendo o siendo. Curiosamente, nuestro cuerpo se alinea mejor cuando somos congruentes con la verdadera expresión de nuestro ser, no con nuestros pensamientos o con las ideas que nos han metido o que nos hemos creído sobre cómo ser.
Se nos olvida que no sabemos de dónde provienen la mayoría de las creencias o con que intención real las crearon, y las reproducimos en nuestra vida como si fuesen una verdad absoluta.
Estamos desconectados de nuestra esencia, de lo que realmente somos, de nuestra alma y espíritu, de nuestro cuerpo y de nuestras emociones.
Por lo mismo, cuando algo nos molesta, no necesariamente lo que nos irrita es lo que pensamos. Tendríamos que ir más a fondo, para ver qué hay ahí que nos incomoda que pudiese ser un mensaje para nosotros.
Tendemos a echar la culpa, a hacernos las víctimas y a no reconocer que en el otro está algo que puede ser mío, que puede ser real, que me puede estar pasando a mí... pero es muy difícil reconocerlo, por el personaje que he creado de mí mismo. Éste es el que no va a permitirme ser empático con la otra persona o la situación externa que sólo está ahí para decirme que debo verme internamente.
Es en este atrevimiento de reconocer nuestros miedos, deseos y sentimientos que podemos transitarlos, para así poder comenzar a liberarlos. Cuando tenemos este valor, la energía estancada se empieza a mover, empieza a haber más energía y comenzamos a ser más auténticos con nosotros y con los demás, sin máscaras de perfecciones o corazas que no nos dejan sentir, sentirnos o amar.
Es por esto que quien se atreve a reconocer eso que le molesta, duele, gusta, atrae, alegra o entristece, sin juicio pero sí permitiéndoselo conscientemente, puede empezar a abrir la puerta para que la satisfacción verdadera tenga una entrada a su vida con mucho más conciencia, salud y bienestar.
Te invito este 7 de junio a que te atrevas a ser honesto, y a responsabilizarte y avanzar como tu alma desea.
O bien, a tomar una terapia corporal.