La vez pasada que escribí en Harmonía (encuentra la nota aquí), te conté cómo el miedo es un gran aliado si aprendes a escuchar lo que te quiere mostrar, y que no sólo lo digo yo, hay todo un sustento biológico detrás de la utilidad del miedo.
Pero también te hice una promesa: te dije que me iba a usar a mí misma como experimento para enfrentar constantemente cosas que me dieran miedo y ser valiente al respecto; y te dije que por este medio te lo iba a compartir, así que aquí voy.
Durante este tiempo fui muy valiente, hice cosas que no pensé poder lograr, ni me veía a mí misma haciendo.
No me gustan las alturas, siempre que estoy en lugares altos tengo la sensación corporal de “irme hacia el vacío”, como si algo, además de la gravedad, me jalara hacia abajo. Además, como soy súper torpe, todo el tiempo siento que puedo morir si estoy en lo alto, así que decidí escuchar a mi miedo y tener dos experiencias en las alturas.
Primero, una tirolesa con medidas de seguridad revisadas y, según yo, adecuadas. Escuché a mi miedo y, con todo y la vergüenza, pregunté hasta sentirme tranquila de que mi vida estaba a salvo, y me aventé… y sí, no me pasó nada.
Segundo, un viaje en globo. También escuché a mi miedo y me di permiso de disfrutar las vistas, sin exponerme a algo que me hiciera sentir incómoda… y sí, tampoco me pasó nada.
Otra cosa que suele, o solía costarme trabajo, es el frío. En general soy una persona que no lo resiste mucho, e incluso en época de calor era común encontrarme vestida con ropa para climas frescos. Así que decidí entrar a un curso para aprender a ser más sana, y como parte del mismo tuve que realizar una inmersión en una tina con hielos.
También escuché a mi miedo, me preparé, pregunté todo lo necesario y, cuando me sentí lista, me metí a esa tina, no sólo una sino dos veces, y descubrí que aguanto el frío mucho más de lo que creía. Pero sobre todo, aprendí que realmente soy valiente.
Y finalmente, lo que más miedo me da es fallar en mi trabajo, así que tomé el reto de suplir a una persona del equipo en un taller en línea que dimos. Este taller tenía un grado alto de construcción terapéutica, por lo que no era un escenario “seguro” para fallar o equivocarme, pues iba a trabajar con personas que nos confían sus vidas. Eso nunca me lo tomo a la ligera.
Con esta experiencia descubrí no sólo que soy capaz de hacerlo bien, sin temor a equivocarme, sino que además puedo acompañar a la gente a la distancia y así también hacer la diferencia.
Todo esto te lo platico no para presumir ni mostrarme como la “supermujer” que todo lo puede, porque estoy lejos de serlo. Lo hago para mostrarte que si estás dispuesto a estar un poco incómodo (o mucho, en algunos casos) puedes aprender mucho de ti, puedes ver tu fuerza, tu poder y las capacidades que tienes y desconocías.
Si bien la tirolesa, el viaje en globo, la tina de hielos y el taller en línea fueron experiencias muy bonitas, de lo que realmente aprendí fue sobre usar a mi miedo como una brújula para abrir mis horizontes y, sin dejar de cuidarme, probar mis límites, cuestionarme a mí misma y a mis creencias sobre lo que puedo y lo que no puedo. Hasta ahora, el experimento está resultando muy exitoso.
¿Te unes?
Texto escrito por Adriana Carrillo (@adriterapeando), de Evolución Terapéutica.
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Foto de portada: Mam / Pexels