La soledad es uno de los problemas relacionados con el bienestar emocional y mental que más han crecido en los tiempos recientes y que se han hecho más graves a raíz de la pandemia, debido a situaciones como el distanciamiento social y el confinamiento.
Sin embargo, la soledad no significa estar solo. Hay personas que, aunque estén físicamente solas, sin alguien más a su alrededor, se sienten bien, son felices consigo mismas y mantienen relaciones amistosas y saludables con otros, que los hacen sentir acompañados aunque no los tengan todo el tiempo a su lado.
La soledad se refiere a la angustia subjetiva causada por la sensación de que la persona no tiene la compañía que desea. Esto hace que las personas se sientan solas incluso cuando hay gente a su alrededor, cuando viven en pareja o en familia y hasta al estar en medio de una multitud.
Las personas que experimentan soledad viven esa sensación porque pueden sentirse excluidas, no tienen con quién hablar o sienten que nadie las comprende; es decir, no tienen conexiones significativas con los demás, aunque estén bajo el mismo techo.
Otros síntomas asociados con la soledad incluyen angustia, ansiedad, infelicidad, depresión, miedo a salir, actividad física reducida y, a veces, problemas para dormir.
Se dice que el aislamiento social puede ser tan perjudicial para la salud como fumar 15 cigarrillos al día. El doctor Dilip Jeste, neuropsiquiatra geriátrico, está de acuerdo con esto y afirma que, según su experiencia como neuropsiquiatra que estudia la soledad, ésta impacta negativamente en el bienestar de las personas y las sociedades de todo el mundo.
En un estudio reciente, realizado por Jeste junto con otros colegas, el 76% de los californianos adultos experimentaron una soledad de moderada a severa. A miles de kilómetros de distancia, otro estudio realizado con adultos mayores en las zonas rurales de China indica que el 57% experimenta una soledad moderada y el 21% una soledad moderada a severa.
La soledad ha sido responsable de 162 mil muertes de estadounidenses cada año. Pero, ¿por qué es la soledad la causa de tantos fallecimientos? Esto se debe a que la sensación de soledad aumenta el riesgo de muchas enfermedades mortales, como las enfermedades del corazón, diabetes, obesidad, demencia, depresión, abuso de drogas y contribuye al incremento de los suicidios.
Por lo general, la soledad se suele relacionar en gran medida con el envejecimiento, cuando los hijos se han ido, los amigos empiezan a fallecer y las personas pueden quedar viudas. Sin embargo, la realidad es bastante diferente, pues la soledad está presente a lo largo de la vida y afecta en especial a ciertos rangos de edad específicos.
De acuerdo con investigaciones realizadas por el doctor Jeste y otros especialistas en la materia, la soledad de moderada a severa está presente a lo largo de la vida adulta y ningún grupo de edad es inmune a ella; pero es particularmente intensa durante tres períodos de edad: finales de los 20, mediados de los 50 y finales de los 80.
Las causas de la soledad son complejas y multifacéticas. Hay factores genéticos y biológicos pero también están involucradas muchas variables sociodemográficas, como la capacidad de relacionarse con los demás y el estrés vinculado con el lugar de trabajo o las relaciones familiares. Dicho esto, la edad ciertamente juega un papel en la aparición y acentuamiento de esa sensación.
Durante esta etapa, las personas se suelen enfrentar a la toma de múltiples decisiones que podrían afectar el resto de su vida, como iniciar una vida independiente fuera de la casa de los padres, establecerse en una ciudad o región en particular, encaminar el rumbo de su profesión y elegir un compañero de vida potencial con miras a formar una familia.
En varios de estos temas suele existir una enorme presión tanto familiar como social y cultural, lo cual hace que las personas se agobien al pensar que lo hacen mal, que otros de su misma edad ya hicieron o lograron lo que ellos no, etcétera.
Sin embargo, en esta etapa las relaciones a menudo cambian, quien creías que era el amor de tu vida se va y tus planes y anhelos dan un giro, mientras que las trayectorias profesionales aún están por determinarse (quizás termines por dedicarte a algo completamente diferente a lo que originalmente estudiaste).
La década de los 20 es un momento de gran expectativa y mayor incertidumbre, lo que alimenta el estrés, pero también la resiliencia. Sumidos en sus propios mundos, los veinteañeros pueden sentir que nadie sabe o entiende bien lo que viven y sienten, y eso los hace sentirse profundamente solos en muchos casos.
A mediados de los 50, muchas de las primeras pruebas y tribulaciones de la vida se han resuelto. La gente se ha casado, ha formado familias, ha establecido carreras y los hijos han crecido. Hay menos incertidumbre en esas esferas, pero surge una nueva angustia por lo que se avecina.
Este es el período de la tan mencionada crisis de la mediana edad. Las mujeres experimentan la menopausia y los hombres enfrentan la andropausia equivalente. Es la generación que de pronto se encuentra libre de las responsabilidades de los hijos, pero adquiere dos nuevas y muy grandes: cuidar de los nietos y de sus propios padres que envejecen.
En esta edad, algunos amigos cercanos o familiares mueren, empiezan los diagnósticos de diferentes enfermedades, muchas de ellas crónicas, como hipertensión o diabetes, y la mortalidad se convierte en una amenaza real.
En esta etapa, las personas también pueden sentirse incomprendidas y se ven abrumadas con las responsabilidades que recaen en ellas y que muchas veces las rebasan, lo cual poco a poco los conduce a la sensación de soledad.
En este punto de la vida, la soledad puede ser la consecuencia de haber sobrevivido a parejas, compañeros, amigos y familiares. Las personas de esta edad pueden sentirse solas porque aquellos que les brindaban su compañía se han ido, además de que eso les hace pensar en que su momento de partir se acerca de forma inminente.
Aparecen los temores por las enfermedades degenerativas, como el Alzheimer, y el deterioro físico y mental en general, lo que podría llegar a volverlos dependientes de los demás.
Aquí también está presente la incomprensión, ya que muchos de sus contemporáneos se han ido y las nuevas generaciones pueden no comprender del todo lo que los abuelos piensan y sienten, ni la forma en que viven y lidian con los cambios en su cuerpo y mente y las limitaciones que ello conlleva.
Para el doctor Jeste, en cualquiera de las etapas de la vida, la solución para mitigar la soledad está en vivir con sabiduría a través de las cualidades que ésta incluye, como:
De acuerdo con el especialista, la inclusión de estos rasgos en la vida puede ayudar a que las personas se sientan menos solas, ahora y en el futuro.
Foto de portada: Freepik