Nunca minimices tus problemas, ni los compares con los de las otras personas a tu alrededor. Cada quien en este mundo tiene sus lecciones por aprender y lo que te toca a ti no le pertenece ni a tu vecino ni a nadie más.
Las dificultades en la vida te enseñan a ser resiliente y a no derrotarte por nada del mundo. Por más difícil que parezca al final del día, si realmente te empeñas en verle el lado bueno, todo saldrá mucho mejor. Claro que también necesitas de una red de apoyo que esté contigo: tus amigos, pareja, familiares, todas aquellas personas que se preocupan por ti. Dales la oportunidad de ayudarte y de estar contigo en los momentos más difíciles. Preocúpate primero por ti si te encuentras en un momento difícil; deja que el mundo ruede, primero estás tú.
Las personas resilientes tienen una perspectiva positiva. Se recuerdan a sí mismos que mucho de lo que viven es temporal, y que han superado contratiempos antes y pueden hacerlo de nuevo. Las personas resilientes se centran en lo que pueden aprender de la experiencia.
Las personas resilientes enfrentan sus miedos y tienen una actitud de adaptación que les permite concentrarse en las posibilidades incluso en los peores momentos. Cuanto más dura es la situación, se vuelven más fuertes.
La vida no se vuelve más fácil o más indulgente; te vuelves más fuerte y más resistente. Las personas resilientes son cada vez más valientes. Ellos saben que la vida no es lo que te ocurre, sino lo que te sucede por dentro.
Las personas resilientes mantienen relaciones fuertes y de apoyo, tanto personales como profesionales. Como resultado, tienen a su alrededor gente que se preocupa y las apoya en tiempos de crisis.
Para superar los tiempos difíciles se necesita resiliencia. Requiere que prestes atención a las complejidades de tus propias experiencias, que escuches tus emociones y que estés dispuesto a aprender de la decepción y el fracaso, así como del éxito y la motivación.