La terapia de baños de bosque es una tendencia japonesa para erradicar el estrés. Eso aseguran los fervientes seguidores del shinrin-yoku, que se puede traducir como “tomar la atmósfera del bosque” o “baño de bosque”.
Esta práctica conlleva que los pacientes se adentren en el silencio profundo del bosque donde solamente se escucha el trinar de las aves, las hojas secas que se cuartean al pisarlas y mientras se percibe una tenue luz que atraviesa las copas de los árboles para caer difuminada sobre el verde follaje.
Aunque se desarrolló como terapia hace 30 años en Japón, el baño de bosque también es muy popular en Corea del Sur y en Europa donde, además, ciertas entidades trabajan para sensibilizar a los médicos en torno a lo saludable y relajante que resulta la quietud, el aire puro y el contacto con la naturaleza.
En cuestión de estudios, diversos fisiólogos y expertos en inmunología han intentado detectar los efectos de los baños de bosque en individuos con hipertensión y colesterol, diabetes, ansiedad y nerviosismo. Según los resultados, tras un paseo de alrededor de 2 horas, el shinrin-yoku decrece la concentración de cortisol (hormona relacionada con el estrés) y los niveles de azúcar en la sangre, mientras que estabiliza la actividad del sistema nervioso y fortalece el sistema inmune.
Quizá lo más revelador de estos estudios haya sido descubrir que después de darse baños de bosque con frecuencia los voluntarios que han participado en las pruebas han presentado porcentajes más reducidos de posibilidad de padecer cáncer o desarrollar tumores, por lo cual se ha promovido esta terapia, conocida como forest bathing en Estados Unidos, como una excelente práctica preventiva de algunos males.
Aunque aún no está arraigada esta actividad en México, lo cierto es que el país cuenta con extensas áreas verdes, reservas naturales y parques en los que se pueden dar paseos que permiten aprovechar los efectos restauradores, relajantes y calmantes del entorno. Lo importante es intentar acercarse a zonas forestales accesibles y seguras en las que se pueda pasear sin preocupación.
De hecho, un punto importante que los investigadores han destacado es que, cuando nos sentimos fatigados, podemos recobrar nuestra energía prestando atención a actividades que no requieren gran esfuerzo mental. Así, el simple hecho de aprehender el entorno de un espacio natural distrae a la mente de las preocupaciones, genera conciencia respecto del entorno y permite desarrollar una actitud positiva con el simple hecho de ver, escuchar y percibir la vida que se desenvuelve alrededor nuestro.