Arreglar los problemas y sanar al instante las molestias que ocasionan es lo mejor, pues de lo contrario las llevarás contigo y podrías revivirlas cada vez que algo te incomode o te recuerde esa experiencia desagradable que te hace guardar rencores innecesarios.
Superar el resentimiento, reorientar tus emociones y dejar de sentirte frustrado para alcanzar la salud emocional no es una tarea complicada, sólo es cuestión de decidirse y trabajar en ello. No hay que perder de vista que cada caso es diferente y hay que saber adaptarse al contexto para darle solución.
Lo primero que debes hacer es identificar hacia quién o qué está dirigida tu hostilidad. En algunos casos será sencillo, pero en otros no, así que tendrás que buscar en tu memoria y delimitar el motivo del resentimiento.
Al saberlo, puedes tomar nota de las consecuencias negativas de ese sentimiento, con el principal motivo de dejar de hacerte daño. No le otorgues la oportunidad a la antipatía de quedarse en ti, porque los daños pueden aumentar al no solucionarse rápido.
Asume que aceptar no es perdonar, son conceptos diferentes y serviría empezar por entender el significado de ambos. A veces perdonar es un paso muy difícil de dar, o a veces exige mucho más y supera las consecuencias positivas que buscas al hacerlo.
Es importante que enfrentes el problema. No puedes esquivarlo todo el tiempo, porque aunque la persona a la que diriges el resentimiento no esté presente, el sentimiento va contigo a todos lados. Por lo tanto, es mejor ver de frente a la persona y tratar de darle solución, porque el cero contacto puede esclavizarte.
Una clave importante para este ejercicio es estar consciente de dos cosas: la primera, que no será un remedio infalible, porque no estarás libre de encontrarte con personas o situaciones que te hagan enfadar. La segunda es aceptar que la gente no es perfecta, como tampoco lo eres tú. Te ahorrarás muchos momentos de enfado y resentimiento si aprendes a aceptar que cometer errores no es en sí motivo para enemistarte con todo el mundo.
La vida no es perfecta y todo el mundo tiene momentos en los que les fallan las fuerzas o en los que toman decisiones equivocadas. Si eso te produce frustración es una cosa, pero no implica que debas culpar a alguien por haberse equivocado.
Con información de Psicología y mente