La recta final del año suele ser la época más relacionada con la felicidad, la alegría, la ilusión y la esperanza; paradójicamente, es también la temporada en que se registran los más altos niveles de frustración, estrés, depresión y soledad.
Según la Encuesta Nacional sobre Satisfacción Subjetiva con la Vida y la Sociedad, elaborada por la UNAM, las relaciones familiares ocupan el promedio más alto de satisfacción para las personas, por lo que si una persona se aísla y se mantiene distante de sus familiares y amigos, puede presentar emociones negativas.
Al respecto, Hugo Sánchez Castillo, titular del Laboratorio de Neuropsicofarmacología de la Facultad de Psicología de la UNAM, explica que estas fechas traen consigo grandes reforzadores, sobre todo la Navidad, llena de comida que no se consume todos los días, lo que genera expectativa, sensaciones placenteras y una liberación hormonal (una combinación de oxitocina, dopamina y serotonina, que dan como consecuencia una sensación de bienestar).
En esta temporada, la publicidad y la sociedad misma fomentan las altas expectativas respecto a las celebraciones y las emociones que se generan en torno a ellas, hasta el punto en el que pareciera que ser feliz es la norma y si no lo eres, estás mal.
Así, la gente se predispone y se presiona a sí misma para conseguir ciertas condiciones que cree que le darán felicidad, como la decoración navideña, una cena especial, regalos, ropa nueva, etcétera. Pero la realidad es que nada de eso trae una felicidad verdadera y la Navidad no resuelve los problemas como por arte de magia.
De acuerdo con el especialista, todas esas falsas expectativas conducen a conflictos emocionales que pueden derivar en un estado de depresión y, en casos extremos, conducir al suicidio.
Ir en búsqueda de la felicidad nos lleva a la frustración, porque no es la única emoción existente, y el problema aparece cuando creemos que ésta debe permear toda nuestra existencia. Debemos transitar por cada emoción, positiva y negativa: tristeza, ira, ansiedad o miedo. A lo largo de la vida tendremos diferentes estados emocionales, y eso es parte de nuestros mecanismos adaptativos para sobrevivir.
(Hugo Sánchez Castillo, titular del Laboratorio de Neuropsicofarmacología de la Facultad de Psicología de la UNAM)
El especialista, quien también es presidente de la Sociedad Iberoamericana de Neurociencia Aplicada, afirma que “es patológico mantenernos con miedo o ansiedad todo el tiempo, pero también lo es pretender ser felices siempre”.
Por otro lado, después de la Navidad llega el Año Nuevo, una fecha cargada de simbolismo al ser vista como el cierre de un ciclo y el inicio de uno nuevo; esto hace que sea un momento cargado de esperanzas e ilusiones, pero también de frustración, al ver en retrospectiva y caer en cuenta de las carencias y fracasos.
En ese momento, al hacer un recuento de lo vivido durante el año que está por terminar, muchas personas se dan cuenta de que no lograron lo que anhelaban, no consiguieron lo que querían y no cumplieron con los propósitos que establecieron un año atrás; entonces, llega el sentimiento de frustración.
Así, en un día que debería ser de los más felices, hay una ruptura emocional, y esta discrepancia entre la alta expectativa que se tenía del evento y la situación real puede conducir también a un episodio de estrés y, en el peor de los casos, de depresión.
“Si aceptamos que somos individuos que cometemos errores y que transitamos por emociones, al llegar el momento de concretar o de comparar lo que hicimos y lo que no hicimos, lo aceptaremos con mayor facilidad”, indica Sánchez.
Por ello, es importante que en esta temporada no te presiones por alcanzar un ideal que en realidad no existe; no importa si tu Navidad no es perfecta como la de los anuncios (la de nadie lo es realmente), lo que debe importarte es estar bien contigo mismo y tener cerca a esas personas, pocas o muchas, que son de verdad fundamentales para ti; si te has distanciado de tus seres queridos, aprovecha esta temporada para acercarte de nuevo a ellos y, de ahora en adelante, procura cultivar y fortalecer esos lazos y relaciones.
Sobre el Año Nuevo, lejos de frustrarte o sentirte deprimido por lo que no lograste, mejor enfócate en lo que sí hiciste, en todo lo que tienes, y agradece por ello. Haz un análisis de las metas que no cumpliste, valora cuáles son de verdad realistas y significativas para ti, reflexiona sobre lo que te impidió realizarlas y establece los pasos a seguir para alcanzarlas; aprende de tus errores y disponte a iniciar el año venidero con energías renovadas y un plan de acción para lograr lo que te propongas.
Con información de UNAM Global