Muchas veces, más que los juicios que pudieran venir del exterior, los peores, los más duros y crueles, son aquellos que vienen del interior. Las personas suelen ser los peores jueces de sí mismas.
El antídoto para dejar de ser tan duro contigo mismo y evitar juzgarte está en la autocompasión, ya que ésta te permite aceptarte, ser amable contigo, perdonarte cuando algo te sale mal y ser consciente de que, como humano, puedes fallar y equivocarte, pero no por eso pierdes tu valor ni tu esencia.
Sin embargo, no siempre es fácil aplicar ni cultivar la compasión por uno mismo, debido a que muchas personas luchan contra los hábitos de autodesprecio y con la sensación general de disgusto por sus propias deficiencias.
Esto, en gran medida, es fomentado por la cultura y la sociedad de la actualidad, debido a que constantemente se mandan mensajes a las personas de los ideales de perfección que, aunque en realidad no existen, se instalan en el inconsciente colectivo y hacen que las personas quieran alcanzarlos.
En ese esfuerzo por alcanzar la perfección y la constante exposición a imágenes que la representan, pueden hacer que las personas se sientan mal consigo mismas por no cumplir con esos estándares.
No es de extrañar, entonces, que al cometer un error o reconocer las propias deficiencias, surja el autodesprecio, debido a que se han interiorizado esos juicios que están alrededor todo el tiempo. Así, algunas personas se sienten atormentadas por la culpa y el odio a sí mismas.
El siguiente es un ejercicio recomendado por un monje que sufrió de ese autodesprecio, y que con el tiempo de retiro e introspección, poco a poco logró aprender a perdonarse, reconciliarse consigo mismo y desarrollar la autocompasión.
1. Reconocimiento. Significa reconocer con calma tus errores o tu negatividad, pero sin juzgarte ni caer en la culpa. Además, implica reconocer todo lo bueno y positivo que hay en ti, para así ser consciente de que esa negatividad o esos errores que identifiques no te definen, pues son como el polvo: se pueden limpiar mediante el crecimiento personal y el esfuerzo por crear tu mejor versión.
2. Gratitud. Significa apreciar que has visto algo en ti mismo en lo que puedes trabajar, por lo que existe una oportunidad. Una vez que eres capaz de ver que tus problemas te brindan la oportunidad de aumentar tu resiliencia, tu actitud hacia ellos puede convertirse en gratitud.
3. Comprensión. Significa ver tus fallas y errores como parte de la condición humana. No hay nada de malo en ti, sino que eres humano y, como todos, eres propenso a cometer errores. Si puedes comprenderte a ti mismo de esta manera, sin juzgarte ni regañarte, estarás un paso más cerca de volverte autocompasivo.
Es recomendable que estos tres pasos se combinen con la práctica regular de la meditación o alguna otra actividad de atención plena, así como la introspección, ya que esto te ayudará a liberarte de los hábitos de castigarte mentalmente.
También es útil recordar que todo cambia; nada es permanente ni inmutable. Por lo que esos problemas con los que quizás te sientes obsesionado y abrumado ahora, algún día serán sólo un recuerdo.
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