Aunque todo ser humano necesita identificar tanto los aspectos positivos como los negativos de su ser, para poder encontrar el equilibrio y trabajar en lo que sea necesario modificar, hay veces en que el enfoque se centra sólo en lo que está mal, lo que no gusta, lo que no cumple con las expectativas, etcétera.
Esto no hace más que reforzar las creencias limitantes sobre uno mismo y afectar la autoestima. Ese monólogo interno de la crítica puede comenzar desde la niñez, razón por la cual es muy importante elogiar a los niños en sus aciertos, apoyarlos en sus carencias, ayudarlos a crecer y hacerlos ver todo lo que está bien en ellos, sin magnificar lo que no lo está.
Y esto aplica también en la vida adulta, tanto en la relación con uno mismo, como con los demás; hay que procurar ver lo bueno de cada uno y reconocerlo, mientras se evita hacer hincapié en los defectos y errores, tanto propios como ajenos.
Algo que cada persona puede hacer por sí misma para mantener una autoestima sana es tratar de lograr un mayor equilibrio entre destacar las cosas positivas y negativas sobre sí mismo, sobre que se ha hecho y las decisiones que se han tomado. Puedes pensar en tus fortalezas junto con tus desafíos, además de identificar y reconocer activamente las cosas que aprecias y reconoces de ti mismo con intención.
Si se te dificulta ver lo bueno que hay en ti, puedes hacer un ritual diario para identificar tus propias conductas y cualidades positivas. Una manera sencilla de hacerlo es practicar una dinámica que te ayudará a equilibrar lo bueno y lo malo de cada día y, poco a poco, de tu vida en general.
Para realizarla, todo lo que tienes que hacer es identificar algo que salió bien ese día, lo que sientes que hiciste bien, o algo de lo que en ese momento estés orgulloso; por otro lado, identifica también algo que fue un desafío, que realmente no funcionó o que sientes haber arruinado.
Para hacerlo más sencillo, puedes escribirlo. Mientras lo haces, al recordar tu experiencia positiva del día, revive lo bien que se sintió y date permiso de sentirte feliz y orgulloso por ello.
Al recordar lo negativo, procura darle su justa medida, sin exagerarlo ni magnificarlo. Permítete ser compasivo y amable contigo mismo, perdónate por ese error, aprende la lección que te deja y déjalo ir junto con las emociones que el hecho te hizo sentir en su momento.
Lo bello de este ejercicio es que te ayuda a replantear tu perspectiva sobre lo bueno y lo malo, no sólo de cada día sino de tu persona y de tu vida. El cerebro humano suele enfocarse muy fácilmente en lo negativo, mientras que deja de lado lo positivo; aquí es donde la dinámica ayuda a encontrar el equilibrio y a tener presente que cada día hay algo bueno para sentirte bien.
Por muy pequeñito que sea tu hecho bueno del día, ese chispazo de positividad es algo que debes atesorar; mientras que lo que consideras negativo, por muy grande que parezca, no es algo que te defina y debes aprender a obtener la enseñanza que te deja, para luego dejarlo ir.
Siempre ten presente que nadie es perfecto –¡y tú no tienes por qué pretender serlo!– y todas las personas cometen errores. No te dejes envolver por tus equivocaciones y recuerda siempre reconocer y enorgullecerte por todo lo bueno que eres y haces.
La autoestima prospera cuando te vuelves realmente consciente y honesto acerca de las áreas de oportunidad que debes trabajar, pero también cuando aprecias tus propias fortalezas, cuando las haces crecer y te enorgulleces de ellas.