El chisme es la actividad favorita de muchas personas y consiste en hablar de rumores, generalmente no corroborados ni atestiguados, acerca de una tercera persona no presente en el encuetro. Es decir, el chisme consiste en divulgar —muchas veces, incluso inventar— información confidencial sobre alguien más; pero, ¿por qué nos provoca tanto placer?
Un chisme nunca es inocente; no hablamos ni decimos chismes de todo el mundo, solamente de personas destacadas o a las que les damos alguna relevancia en nuestras vidas, por ejemplo, celebridades de cine y televisión, deportistas, músicos, etcétera.
Pero aceptémoslo: también nos gustan los chismes sobre personas que conocemos en la vida real y con las que convivimos cotidianamente. Investigadores del Instituto Max Planck de Biología Evolutiva en Plön, Alemania, han encontrado que cuando contamos chismes de personas conocidas siempre existe una intención consciente o inconsciente de dañarlas. Puede ser porque sintamos resentimiento, rencor o envidia hacia ellas o porque nos resulten de algún modo antipáticas.
Los chismes pueden ser inofensivos, pero también pueden llegar a arruinar vidas y carreras. Además, se ha descubierto que un rumor, incluso después de haber sido desmentido, tiene mucho más peso en la forma en que vemos y juzgamos a una persona que una verdad comprobada sobre su comportamiento. Los chismes y rumores, aunque sean falsos y lo sepamos, influyen mucho más que las acciones concretas en nuestra forma de ver a alguien.
Un chisme infundado puede dañar una reputación para siempre; por eso es tan importante que, antes de repetirlo o contárselo a alguien más, consideremos si nos consta, si de verdad estamos aportando algo al contarlo o si sólo estamos contribuyendo a la burla, el bullying y la segregación.
Los chismes son exitosos porque nos refuerzan un prejuicio sobre una persona o grupo de personas; rara vez disfrutamos chismes de alguien a quien queremos o nos cae bien. Por el contrario, cuando hablamos de alguien a quien no respetamos, ni siquiera nos permitimos sentirnos culpables al respecto. Los rumores nos ayudan a ver a los otros como personas ajenas con las que no es posible empatizar.
En este sentido, nos volvemos cómplices de algunas personas pero nos negamos la posibilidad de la empatía con otras y colocamos a unos en contra de otros. Por lo mismo, los chismes pueden, al mismo tiempo, reforzar y desintegrar los lazos en una sociedad. Y es por ello que hay que tener mucho cuidado con ellos.
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