La sabiduría china dice que todas las personas tienen dos fuerzas: el yin y el yang; los lados positivos y los negativos. El yin es la oscuridad y el yang la luz. Todos saben que hay un equilibrio entre la oscuridad y la luz en la vida, y la esperanza es que se equilibren entre sí. Hay momentos, sin embargo, en los que la oscuridad de los caprichos de la vida se vuelve abrumadora, y es necesario traer más luz, que es de lo que se trata la sanación.
Te preguntarás cómo puedes lograr esto, no solamente en los otros, sino primero que nada en ti. Antes de querer sanar o ayudar a otros, piensa en todas esas cosas que te toca trabajar a ti para poder brindarle lo mejor posible a los demás.
Para ser un sanador debes venir de un lugar sanado, es decir, necesitas primero sanarte a ti mismo. En su mayor parte, las personas que ayudan a los demás han estado en ese camino de la vida durante mucho tiempo y esa ha sido su dirección deseada.
Tómate de 15 a 20 minutos de tu día para escribir todo lo que viene a tu mente; emociones, problemas, sentimientos, preocupaciones, deja todo plasmado en el papel. Escribir te permitirá tener más autoconocimiento y podrás adentrarte en tu subconsciente. Además, al ver por escrito lo que sientes o te preocupa, podrás verlo con mayor claridad y te será más fácil comprenderlo para solucionarlo.
Enfócate en un área problemática y luego imagina que irradias energía hacia afuera desde ese lugar y atraes la energía del universo hacia esa área. Imagina la parte problemática sintiéndose mejor y curada. Báñate en esa sensación.
Reconoce también que el camino hacia la sanación no es lineal. En ocasiones te sentirás bien, en otras mal, sentirás que ya lo lograste y luego llegará algo o alguien que te moverá de tu centro. Acepta que la idea no es encontrar la perfección sino poder aceptar todas las sombras sin juzgarte, sin proyectarlas a los demás, y sobre todo, nunca olvides que tu intención de ayudar a los demás debe ser pura.
Sanarse a sí mismo está conectado con sanar a los demás.
Yoko Ono